Epílogo

El cartel me recibe como si hubiese adquirido vida propia.

“NUNCA SUBESTIMES A UN OSADO-ERUDITO

 Hay cuatro réplicas de este en todo el piso. Uno en cada cuarto.
Lo observo y luego miro a su alrededor. Vislumbro mi nuevo cuarto y me da gracia que esté tan ordenado. Incluso, tiene un escritorio.
Supongo que hay costumbres de las que uno no se puede librar.
No puedo negarlo; me gusta este lugar. Cada uno de mis amigos tiene su propio cuarto, hasta Toris, que si bien no vive con nosotros, viene cada sábado a quedarse dormir.
Bueno, decir que se queda a dormir es quedarse corto. Decir que se queda con nosotros con su secuelas de la resaca sería demasiado.
Después de todo, cada  fin de semana es un logro.
Blas ha obtenido el trabajo de enfermero que tanto quería. Se divierte mucho apoyando a los osados y sus lesiones, que no son pocas, por supuesto. Mientras tanto, Toris y yo hemos tenido la oportunidad de trabajar en la Sala de Control, rodeados de máquinas y la dirección de programas. Killer eligió trabajo de patrulla en el muro, pues según él, tiene la esperanza de encontrarse con algún ser de los libros que tanto leía. Sé que se está burlando, pero presiento que su esperanza de que algo desconocido venga de afuera es genuina. Finalmente, Becca tuvo la oportunidad de trabajar en el mantenimiento del Abismo. Ella no está apenada por obtener un trabajo tan poco reconocido; al contrario, se siente feliz de hacerlo.
Creo que cada uno tiene lo que quiere.
Creo.
No voy a mentir: durante mis corridas matutinas con mis amigos y el resto de osados, he aprovechado para averiguar un poco sobre la Iniciación en las otras facciones.
Tuve buenas noticias: descubrí que mis antiguos amigos de facción lograron pasar sus respectivas iniciaciones.
Sé que para alguien eso no será una buena noticia.


La primera semana en el que nos acomodamos mis amigos y yo  fue caótica. Ordenarnos y distribuirnos nuestras obligaciones fueron un problema, en parte porque tenemos diferentes horarios y en parte porque el hecho de vivir juntos hace que nos conozcamos más...sobre todo en nuestros defectos.
Sin embargo, no hay nada que una buena borrachera no pueda solucionar.
El primer domingo como miembro de Osadía, me levanté antes que los demás para escribir una nota.
Lo tenía todo planeado: la escribiría, se la daría a Jenny – quien pasó su iniciación de Erudición y tuve la suerte de cruzarme con ella durante la semana. Estuvo feliz de verme y contenta con ayudarme – y ella se lo daría a Ella.
Todo salió bien: me fui hacia los andenes cercanos al Cubo y vi a mi amiga, recibió la nota  y mantuvimos una charla breve sobre nuestras vidas.
Sé que es un intento peligroso, pero me recuerdo a mí misma que soy una osada: hago actividades peligrosas todo el tiempo.
No me explayé demasiado. Creo que escribí lo que tenía que decirle.

Ella:
Lamento que no estemos en buenos términos y que nuestras metas no sean las mismas.
Agradezco tus enseñanzas, porque, aunque no lo creas, estas me salvaron el pellejo. En verdad, no creo que tus ideales de formarme bien hayan fracasado.
Apareciste en mi Paisaje de Miedo y no te maté. En idioma osado, eso se traduciría como un te quiero. 
-M.
PDDTA: Saluda a nuestros padres. Su sabiduría 
también me salvó.


Si soy honesta, no creí que esa carta tuviese respuesta.
Al domingo siguiente, volví a despertarme igual que temprano – entiéndase  como un “no llego al límite con las borracheras” – y encontré una nota en la parte de afuera de la puerta. ¿Cómo habrá llegado allí?
Quién sabe.
La abrí  y la leí.


Si pudiese  volver al pasado y verte ahogándote en la tina, aún volvería  a sacarte con vida.
 Algo de Erudición quedará en ti para entenderlo.

-E.




Luego de tanto tiempo de vivir en Osadía, moldearme a su sistema no ha sido tan difícil.
Ya no me culpo de nada. Asumo que las personas que dejé en Erudición supieron sobreponerse y seguir con sus vidas. Creo que falta mucho tiempo para que nuestra especie llegue al conocimiento total, por lo que la pena para ellos no debería durar mucho.
He aprendido a vivir con mis decisiones. He aprendido a vivir con mis miedos, y recordarme que son mi salvavidas que a veces uso demasiado en tierra.
He aprendido a enfrentar a mi destino.


Supongo que la valentía tendrá algo que ver con eso.




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