Capítulo 1
—Marina.
Escucho que me llaman
con suavidad, pero no respondo. Me encuentro echada en mi suave colchón, con
mis párpados negándose a abrirse.
Un soplo fuerte y
pronunciado cae sobre mi nuca y siento que algunos de mis cabellos se elevan
ante la presencia del aire.
— ¡Marina!
Suspiro.
Sólo conozco a una
persona con esa capacidad tan extraña de convertir una voz dulce e inocente a
una chillona y demandante.
—Becca— gruño—.Déjame
dormir.
Mi hombro es sacudido.
—En unos días es la
Prueba Final, Marina. No pensarás practicar en tus sueños...
Ese recordatorio es
suficiente para que mis músculos reaccionen de forma instantánea. Me estiro con rapidez, apoyo las manos a los
costados de la cama y comienzo a incorporarme con lentitud. En unos segundos,
me encuentro sentada, con Becca a mi lado.
Es temprano, y lo sé
porque aún escucho ronquidos débiles por parte de mis compañeros iniciados que
descansan en las otras literas; Becca aún viste la ropa de dormir. Cuando
concentro la mirada en ella, lo primero
que mis ojos perciben es su cabello pelirrojo que bordea su redonda cara
y que cae como grandes espirales sobre sus hombros. La tenue luz que se
proyecta por un tragaluz cae sobre su cara e ilumina sus rasgos diminutos y sus
ojos marrones oscuros. Puedo ver incluso el lunar que florece en la cresta de
su pómulo derecho.
Becca se da cuenta de
que la estoy mirando y me sonríe. Es tanta la calidez que proyecta que a veces
olvido que ella está aquí conmigo, sobrellevando una Iniciación brutal.
— ¿En Cordialidad les
enseñaron a ser despertadores? —pregunto con sorna.
Becca ríe de forma
exagerada. Yo solo observo cómo esa energía de cordial todavía permanece en
ella.
—Yo más bien me
pregunto... ¿En Erudición todos son dormilones como tú?
Ahora yo soy la que
ríe, aunque lo hago de forma moderada.
—Supongo— digo,
mientras me encojo de hombros. Luego, miro a los rostros aún dormidos de los
demás y pregunto con un enfado fingido: — ¿Cuál es la necesidad de levantarse
temprano, eh? ¿No te parece que mis neuronas necesitan mayor reposo para poder
lograr una mejor sinapsis y así desenvolverme me...?
— ¡Puf!—Becca me
interrumpe— ¡Estás hablando como una erudita!
Me tapo la boca con los
dedos.
—Lapsus— me disculpo—.A
veces, lo olvido.
— ¿Te parece si mejor
nos vamos al baño?—me pregunta Becca
mientras sostiene dos toallas y dos
neceseres, cada set en cada mano.
Yo asiento y Becca me
ofrece los implementos. Se incorpora de mi cama y camina dando saltitos hacia
el baño. Suspiro y la sigo.
Bueno,
pienso en el camino, al menos no soy la única con problemas de abandonar sus
viejas costumbres.
Luego de la ducha,
Becca y yo nos dirigimos hacia el comedor de Osadía para nuestro desayuno.
Mientras caminamos, cojo una mecha de mi largo cabello para observarlo.
He teñido algunas de
mis mechas de color púrpura y quiero asegurarme de que el color se mantenga.
Sonrío satisfecha al observar que el degradé formado por el tinte púrpura y la
oscuridad de mi cabello están balanceados, digno de mi agrado.
Miro a Becca. Ella estaba
conmigo el día que fui a la peluquería.
Fue el primer día de
nuestra iniciación: Becca vestía ropas rojas y amarillas, típicas de
Cordialidad. Aquella vestimenta y su frondoso cabello castaño la hacían ver muy
joven y un poco vulnerable. No es que yo discrimine a las personas vulnerables
pero, para los términos de esta facción, la vulnerabilidad es un asunto
impensable.
Recuerdo también que,
cuando nos vestimos con nuestras ropas oscuras, noté que la elección por parte
de Becca era sencilla: unos pantalones, camiseta y zapatillas, nada
extravagante a comparación de mi instantáneo enamoramiento de las botas y las
casacas de cuero. De repente, ella se me acercó y me preguntó acerca de mi
facción de origen, como si fuera lo más normal del mundo.
He sido siempre muy
respetuosa de las reglas, pero hablar de nuestras antiguas facciones no me hizo
sentir culpable. Fue entonces cuando nos cruzamos con la peluquería de La Fosa
y Becca vio el afiche de una mujer pelirroja y le pareció un color de cabello
hermoso, probablemente porque es uno de los colores de Cordialidad. Entramos y
yo supe de inmediato lo que quería para mi cabello.
Como si nada, viene a
mi memoria nuestra pequeña conversación luego de nuestro cambio de look.
—Pensé que te lo
pintarías de azul — me dijo ella con curiosidad.
— ¿Lo dices por
Erudición?—pregunté.
—No había pensado en
eso –—me contestó —.Me refería a tu nombre, Marina. Caería... a pelo ¿no te parece?—se rio de su
propia ocurrencia.
Tal vez yo me hubiese
reído también si no fuera porque Becca había tocado un asunto sensible.
Aquello me fastidió y
no pensé en lo que dije después.
—De hecho, no es mi verdadero nombre.
Ella agrandó los ojos.
— ¿De verdad? ¿Me
dirías...?
—No —contesté de
inmediato.
— ¿Por qué no?
—Porque es un nombre
muy estúpido —respondí, indiferente.
—Pues esa no es la
respuesta que esperaría de una ex —erudita.
Me habría enojado si no
fuera porque ella tenía toda la razón.
Mi respuesta había sido tan inconsistente, tan
ilógica…me sorprendí de mí misma. Por un momento, pensé que se me estaba siendo
fácil abandonar mis viejas formas de hablar.
—Mi nombre real es
Rebecca —me dijo ella con dulzura —.Siempre quise que me llamaran Becca, pero
en mi antigua facción nunca lograba que me llamasen así.
—Oh, vaya — dije, sin
saber que más decir.
— ¿Me dirás, entonces,
por qué el morado?
Creo que bufé.
—Nunca he conocido a un
cordial tan curioso.
Sospecho que fue a
partir de ese instante – o mientras contestaba esa y otras preguntas que no
estaban relacionadas con mi viejo nombre – en que me di cuenta que Becca y yo
seríamos muy buenas amigas. Su amplia curiosidad, y mis aprendidas ansias de
hablar y explicar formarían una conexión fuerte y permanente.
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