Capítulo 22

Pero la Prueba de Aptitud no es lo único que no pienso olvidar.
La Ceremonia de Elección es otra historia.
Mi ida a la Ceremonia de Elección fue un huracán de emociones. Mis padres, sonrientes como ningún otro padre erudito, saludaban a nuestros vecinos y amigos con más amabilidad de la necesaria. Los eruditos que me conocían me miraban como si estuvieran cien por ciento seguros de que volvería a ver mi rostro de nuevo.
—Tus hijas son y serán grandes eruditas—había dicho el mejor amigo de mi padre.
Ella no decía nada.  Se encontraba al lado de mi madre y miraba a un punto vacío en la distancia.
Cuando todo ya estaba a punto de comenzar, me despedí de mis padres, con el temor que ellos sospecharan de mis dudas. Me despedí de  Ella, y mi hermana solo me dedicó una mirada fría.
Me puse en la cola. El orden, como todos los años, siempre era en orden alfabético, desde el apellido con Z hasta la A. Así que, al llamarme Celeste Goya, estuve entre la veraz Arlene Gunter...y el erudito Luhan Delta.
Luhan pasó por mi costado y me miró. Yo lo miré.
—Hola, Cel – me sonrió, mientras tomaba su lugar detrás de mí.
—Hola—respondí. Intenté luchar contra la sangre que quiso hacerse notar en mis mejillas.
Aquel año, era el turno de Verdad de dirigir el discurso de la Ceremonia de Elección. Jack Kang, el líder veraz más representativo,  fue quien tuvo la palabra. No recuerdo nada de lo que dijo, porque Luhan y yo comenzamos hablar en susurros.
— ¿Lista para ser parte del culto del cutting?—me preguntó.
Intenté esconder mi risa.
—Facción antes que la sangre, de la forma literal. Eso es todo.
—Pienso que derramar unas cuantas gotas de mi sangre en un cuenco no determinará mi fidelidad.
— ¿Ah no?—pregunté con un sobresalto silencioso— ¿Entonces, que lo hace?
—Las acciones—respondió Luhan.
Mis intentos por prestar atención al discurso de Jack fueron en vano.
— ¿Aún sigues pensando en ese mundo sin facciones del que tanto hablabas?
—Por supuesto. Todo el tiempo.
Enarqué una ceja.
—Y sigues creyendo que no habrá guerra con la disolución de las mismas—.No era una pregunta.
—La habrá, mi estimada Celeste, aún con las facciones en vigencia.
Ignoré su razonamiento. Pensé que exageraba, que la distopía que su mente había diseñado lo estaba haciendo alucinar. Yo ya no quería pensar más en fantasías, no, al menos,  cuando la realidad estaba a la vuelta de la esquina.
— ¿Qué facción vas a elegir?—me preguntó.
Me mordí el labio.
—No lo sé.
— ¿No lo sabes o no me lo quieres decir?
—Definitivamente, tú estás para Verdad.
Él se rió.
— ¿Me lo dirás?
—Se supone que las reglas dicen...
—No me gustan las reglas. Sobre todo aquellas que intentan moldearte de una forma.
Eso ya lo sabía.
— ¿Sabes? Mi Prueba de Aptitud dice que estoy apta para Erudición.
—No te he preguntado por tu Prueba de Aptitud.
—Pero...creo que esa es mi mejor opción... ¿no?
No pude verlo, pero presentí que fruncía el ceño.
—Yo no te veo en Erudición—me contestó.
No pude evitarlo: ladeé mi cabeza.
—¿De verdad?—pregunté sorprendida. Mi hilo de voz se estaba ensanchando.
Jack había terminado. Las elecciones no se hicieron esperar.
En serio—respondió Luhan.
Hasta aquel momento, él y yo fuimos las únicas personas que realmente pensaban que yo no era perfecta para Erudición.
Hubo un silencio entre nosotros. Luego de tres elecciones, pregunté:
— ¿Crees que debería...transferirme, a pesar de todo?
Él se tomó su tiempo para contestar.
—Se necesita de mucha valentía para revelarse contra el destino.
Me repetí aquella frase en mi mente hasta que se quedó soldada en ella.
¿Soy capaz de hacerlo? ¿Soy capaz de dejarlo todo y enrumbarme a un destino desconocido, uno en el que no tengo la menor idea de lo que sucederá?
¿Soy capaz de ser la transferida?
—Celeste Goya —mi nombre fue pronunciado por Jack Kang y supe que era mi turno.
Luhan me dedicó su última sonrisa mientras yo me hacía camino hacia los cuencos. Me di la vuelta y recibí el cuchillo por parte de Jack.
Se armó el silencio. Miré todos los cuencos, una y otra vez. Me fijé en el agua de Erudición y pude jurar que veía burbujitas en ella, intentando llamar mi atención.
Sin embargo, miré a las brasas. ¿Qué se sentirá no pensar dos veces antes de hacer algo? ¿Qué se sentirá tener una vida llena de emociones palpitantes y temerarias?
Mi curiosidad fue muy grande. Tan propia de Erudición.
Pero yo soy más que una chica inteligente.
Puedo ser alguien mejor que eso.
Clavé en el cuchillo en mi muñeca y dejé que la sangra brotara en las brasas.
Todo pasó muy rápido. Escuché la algarabía de los osados y la lluvia de preguntas hechas por los eruditos. Pude ver a mis padres, congelados en sus sillas y a mi hermana mordiéndose el labio; a mis vecinos mirándome con los ojos hechos como platos.
Me fui a reunirme con los osados. No desperdicié tiempo y miré a Luhan subir al podio.
Su elección no fue tan rápida como lo pensé. Se tomó la molestia para mirar todos los cuencos una y otra vez, una y otra vez. Pasó algo de tiempo y él ladeó su cabeza hacia mi dirección, con esa sonrisa pícara que no se cansaba de profesar.
¿Me estaba mirando?
Nunca lo pude saber.
Cuando extendió su muñeca cortada, la sangre cayó en los vidrios y fue fácil imaginarme las gotas rojas deslizarse por los rectángulos transparentes.



Un osado—quien luego conocería como Amar y sería mi instructor —se chocó conmigo mientras corríamos hacia las escaleras.
—Lo siento—me miró y exclamó: — ¡Oh, vaya, una eructita transferida! ¿Cómo te llamas?
Pensé en Celeste, y ese nombre me sonó  a una persona muerta.
Podía ser quien yo quería ser.
Pensé en las burbujas del cuenco de Erudición y en mi acuafobia. Pensé en el agua, en el mar...
Pero estaba repensando mi  nuevo nombre, como lo haría una erudita. Dejé que mi lengua dijese lo que quería decir, sin premeditaciones.
—Me llamo Marina — contesté.





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