Capítulo 19
Sé que la prueba aún no ha terminado.
La energía que
burbujeaba en mi entorno ha desaparecido
y caigo al suelo con suavidad.
Me arrodillo y movilizo
mi visión por todas partes. Me encuentro en
el lugar donde sé que aparecerá
mi doble con el afán de asesinarme.
Me levanto y la espero.
Siento en mi correa a mi cuchillo, y puedo presentir que, si por este objeto
inanimado fuera, saltaría de su sitio de una buena vez.
Mientras espero,
escucho ruido en mi mente. No sé si se trata de varias voces hablando al mismo
tiempo, o es una sola voz que tiene la tonalidad de muchas voces. Puedo
reconocer labias conocidas: son las voces de la gente que conozco sonando todas
al mismo tiempo. Al siguiente segundo, escucho una voz que sobresale entre las
demás.
—Celeste.
Siento que mi rostro
hace una mueca extraña: cierro los ojos, frunzo el ceño y sonrío, todo al mismo
tiempo.
¡Cómo
odio ese nombre pero cómo amo esa voz!
Abro mis ojos y mi
doble está ahí, a unos metros, sonriéndome con triunfo. Acomodo mi rostro y
sonrío con ferocidad.
—Hola, otra vez —le
digo, con mi voz nada amable —.Sabrás que he venido para acabar con esto de una vez por todas.
Para mi sorpresa, ella
se ríe. Camina con lentitud hacia mi dirección y sus pies, como siempre, en
esta simulación, hacen eco en la habitación.
—Interesante amenaza la
tuya, Marina. Veamos si ahora puedes...—dice eso y al segundo siguiente, ya no es
mi doble. Es otra persona, una que está vestida con ropas de Verdad —matarme.
Mis rodillas tiemblan.
Esa voz que usó al pronunciar la última palabra es la misma voz que pronunció
mi nombre; la voz que anhelada escuchar.
Es Luhan.
Se me acerca cada vez
más, y me olvido de todo: del Paisaje de Miedo, de la Prueba, de Osadía. Mi
rostro no tiene una mueca para expresar lo que siento: una mezcla de emoción y
peligro a la vez.
Luhan —o el doble de él
—extiende su brazo derecho y me toca la mejilla con el dorso de su mano. Siento
que mi piel comienza a hervir.
¿Qué estarán pensando
los que están viendo esto?
Cuando veo su puño
izquierdo en el aire, ya es demasiado tarde para reaccionar.
Mi mandíbula me duele a
mil, y caigo al suelo ante el dolor tan insoportable. Pongo mis manos hacia
atrás para no golpearme la cabeza. Miro a todos lados: Luhan tiene que estar
por algún lado; de otra manera, el doble no podría haber adoptado su forma.
No veo a nadie en los
alrededores.
— ¡Veamos qué tan
valiente eres, pequeña estúpida! — dice el doble con la voz de Luhan.
En automático, mi mano
se dirige a mi cuchillo. Pero aun rozando mi cuchillo y mis piernas
levantándose, no siento ninguna gana de lastimar al doble.
No
puedo. No puedo matarlo.
Ese pensamiento lucha
contra mí, pero no me convenzo. ¿Cómo voy a vivir el resto de mis días
recordando que apuñalé a alguien a quien quería, aun si fuese una simulación, o
un sueño? No puedo. No se puede vivir con eso.
El doble de Luhan
intenta darme otro puñetazo pero yo lo detengo sosteniendo su muñeca. Él me
sonríe...y ahora ya no es Luhan.
Un brillante cabello
rojo nubla mi visión.
—Mira a dónde tenemos
que llegar, ¿no? —me habla la voz de Becca.
Un rodillazo en mi
estómago empuja el aire fuera de mis pulmones de golpe. Intento recuperarme
pero tengo la otra rodilla de Becca en mi ojo. El dolor no se hace esperar.
Retrocedo. ¿Qué está
pasando?
Oh.
Los de Erudición.
Mi doble ya no necesita
los ojos de alguien para ser como quiere ser. Tiene la libertad de adoptar las
formas de la gente que amo y pisotearme con ellas.
Estoy agotada, pero
tengo que luchar. Tengo que defenderme.
Bloqueo unos cuantos golpes de Becca a duras penas.
El doble cambia de forma; alzo y mi vista y jadeo con fuerza.
Mamá.
—Vamos, cariño —dice
ella con una sonrisa diabólica. De improviso, alza su mano y me jala de los
cabellos, arrastrándome. Estoy cabreada y no puedo hallar la estabilidad de mis
pies para impedir que me jalen. Lágrimas de frustración comienzan a mojarme las
mejillas.
—Déjame —suplico.
Me suelta el cabello
con fuerza y caigo al suelo. Alzo la
vista y puedo ver la luz blanca del cuarto en los lentes que reconozco como los
de mi papá.
Escucho su risa, la risa
de mi papá, y luego una patada en mi cara. Grito con desesperación, más que por
dolor.
Tengo un segundo para
ponerme de pie y lo aprovecho. El rostro de mi padre desaparece y ahora es
Ella, mirándome con desprecio.
—Nunca serás parte de
Osadía —me dice —.El tiempo corre, querida Celeste.
Eso me recuerda la
simulación: la única salida a ella es enfrentarme con mi miedo
Tengo que ser mala, por
lo menos si es quiero zafarme de este miedo.
Pero con mi doble
adoptando esas formas, dudo mucho que la maldad en mí florezca.
Me abalanzo sobre el
doble de Ella, o al menos intento cogerle del cuello. Mi doble nota la poca
dificultad que aparentemente tengo ante esta forma, y la cambia. Siento los
rizos oscuros de Ana entre mis manos.
Luego de eso, la lucha
entre mi bondad y mi maldad comienza a crecer.
No sé cuánto tiempo me
toma pelear contra los dobles de Eve y Jenny, para finalmente tener la desdicha
de luchar contra Killer, Blas y finalmente Toris. Mi doble tiene una fortaleza
que aparenta ser infinita y tiene una facilidad de cambiar de forma cuando se
le apetece. De Toris, vuelve a adquirir los otros rostros de mis seres amados,
y la tortura vuelve a comenzar.
Siento que ya no queda
más que hacer.
No
puedo, no puedo, no puedo, me reclaman mis músculos. Quiero
tirarme en el suelo y dejar que me mate...pero no puedo aceptar esa derrota,
esa humillación.
Es Killer cuando
comienza a intentar desestabilizarme.
—Me da la impresión que
ya llevamos mucho tiempo aquí —dice, burlándose—.Dime, ¿crees que alguien tendrá
menos que tú?
Intento no escucharlo,
mientras me concentro en responderle los
golpes. Cambia de forma y es Toris, de nuevo.
—Nunca vas a poder
vencerme —lo dice con esa voz de Toris tan burlesca, al mismo tiempo que me
patea en el rostro.
¿Cómo
voy vencerla? ¿Cómo? Si la mato, tendré que hacerlo con alguna de las formas
que adopta, con la forma de alguno de
mis seres queridos, con la forma de aquellos
que son parte de mí...
Mientras caigo al
suelo, recuerdo la vez que Becca estuvo aquí, cuando acuchillé a mi doble
cuando este había adoptado la forma de Becca y ella salió lastimada también. La
manera de dañar a mi doble era a través
del daño infligido en la forma original. Pero, ahora, ¿a quién voy a dañar para
lastimar al doble, si ella ya no necesita de sus ojos para transformarse?
Mi cerebro hace clic.
Ellos
son parte de mí.
Me levanto del suelo y
pego un salto hacia atrás. Ignoro las magulladuras, el sudor, el calor que
sofoca mi piel y me concentro en mi mano derecha, dirigida a mi correa. Saco el
cuchillo de allí.
Mi doble me sonríe,
pero veo sospecha en los ojos verdes, en los ojos de Toris. Al instante,
abandona esa forma.
Ahora es Luhan, otra
vez.
Sé que lo hace porque
la forma de Luhan es una de las que más fragilidad me hace sentir, pero ella no
sospecha de mis intenciones.
Alzo el cuchillo con
fuerza, pero no hacia él...sino hacia mi brazo.
Estoy preparada para
sentir el dolor, para gritar con todas mis fuerzas...pero no siento nada.
Algo más ocurre en la
habitación.
— ¡Argh! —escucho, pero
no proviene de mi voz.
Alzo la vista y veo que
el brazo de Luhan está sangrando. El daño que intento infligirme a mí misma
recae en mi doble.
— ¡Maldita perra!
—murmura ella con la voz de Luhan. En sus ojos —o los ojos que, sin éxito,
intentan imitar a los de Luhan – puedo ver miedo.
—Veamos qué tan
valiente eres — le digo, tanto para ella como para mí.
Alzo el cuchillo. El
doble intenta detenerme pero yo salto hacia atrás y clavo en el cuchillo en un
costado de mi estómago.
Puedo escuchar un
gemido, pero me sorprendo que suene más a Killer que a Luhan. Veo al doble y
noto que, en efecto, ha vuelto a adoptar la forma de mi amigo osado.
Intento no pensarlo dos
veces y clavo mi cuchillo en mi hombro.
El grito que espero que
suene a Killer suena a Blas, pero mi doble tiene la forma de Toris.
Al instante en que
sucede, lo comprendo.
Mi doble ya no es capaz
de controlar su forma.
Acabo de encontrar su
debilidad.
Clavo el cuchillo en mi
otro hombro con mucha más seguridad que antes y me parece ver que la forma que
mi doble tiene ahora es indeterminada. En un segundo es mujer, al otro es
hombre. En uno tiene el cabello lacio; al otro tiene el cabello rizado. Las
formas comienzan a repetirse una y otra vez, mientras que el doble se retuerce
de rodillas de dolor.
Presiono el filo del
cuchillo en mis rodillas, una después de la otra, y mi doble no tiene de dónde
sostenerse.
Veo sangre por su lado;
puedo ver también que está revolviéndose en el suelo. Suda y jadea, y tiene mi
forma, al fin. Me tomo el trabajo para hacerme un corte en mi muñeca solo para
comprobar, y veo que el corte remite en ella, en vez de a mí.
Camino con lentitud
hacia ella, haciendo sonar mis pisadas. La veo ensangrentada, me veo
ensangrentada, pero no me importa. No me importa en lo más mínimo.
No siento nada de
bondad ante mi propia imagen debilitada.
Está en el suelo,
intentando hacerse un ovillo, pero está débil; yo, en cambio, me siento fuerte.
Le sonrío.
—A veces puedo ser
mala, ¿sabes? Pero puedo serlo con buenos propósitos — le digo en voz de burla.
Ella gime, intenta
suplicarme, pero no reacciono. He encontrado mi maldad en mí, pero puedo
controlarla; puedo dominar mi lado oscuro, sin lastimar a alguien.
Lástima que esta perra
no esté en mi lista.
Alzo el cuchillo con
determinación y se lo clavo en el corazón.
La simulación no deja
que vea el cuerpo morir y no siento ni frustración ni alivio al respecto.
Pienso que lo peor ya
ha pasado, que ya he terminado mi Examen...pero la oscuridad a mi alrededor no
se desvanece.
Mi peor miedo,
finalmente, se hace presente.
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