Capítulo 11

   

—El día de hoy— pronuncia Amar con una pizca de severidad en su voz —, vamos a intentar hacer un experimento.
Los otros iniciados y yo estamos sentados en una fila, afuera de las salas de simulación. La palabra experimento hace eco en mi mente: la he oído muchas veces en Erudición por motivos científicos, básicamente.
Me parece que en Osadía  “experimento” tiene un significado muy diferente.
— ¡Todos formen parejas! —nos ordenan.
Nos movilizamos. Yo no sé a dónde ir, hasta que siento una mano en el doblez de mi brazo.
— ¿Pareja?— me pregunta Becca, con dulzura.
—Gracias, Becca —le sonrío.
Miro a los demás. Blas y Killer han formado pareja, mientras que Toris se ha juntado con un iniciado nacido en Osadía, del cual parece ser muy amigo, pues ambos chocan sus enormes cuerpos en señal de unión.
No nos han dicho nada más; ahora, nos encontramos esperando. Becca y yo somos casi las últimas, y nos toca ingresar en la sala con la instructora de los nacidos en Osadía, Lauren.
Nada es extraño cuando entramos al cuarto, excepto que el simulador se halla junto a dos asientos y no a uno, como comúnmente se desarrolla.
Supongo que no nos enseñarán a cómo dirigir una simulación.
—Una de ustedes se inyectará la jeringa que dirigirá la simulación — nos explica Lauren con rapidez—.La otra se aplicará otra inyección  atada a la simulación, pero el miedo que se visualizará será de quien que lidera la simulación. Luego de que el miedo sea taimado, invertiremos los papeles.
— ¿Para qué hacemos esto?— pregunto.
—El trabajo en equipo es un componente esencial en Osadía. Veremos si son capaces de apoyarse mutuamente.
Sonrío sin premeditarlo.
Creo que me gustará este experimento.
— ¿Cuántos miedos tendrá que superar cada uno de nosotros? — pregunta Becca.
—Uno por persona —responde Lauren—.El simulador elegirá el miedo al azar.
El simulador elegirá al azar. De repente, este experimento ya no me parece tan divertido.
Becca se sienta en la silla reclinable y  me mira con curiosidad.
— ¿Quién empieza?— pregunta la instructora.
Instantáneamente, le dedico a Becca una mirada que con seguridad es casi suplicante. Sé que no sirve de nada ser segunda, pero por lo menos prolongará mi tiempo.
Al parecer, mi amiga descifra mi mirada y sonríe.
—Yo primero —dice con firmeza.
Lauren coge la inyección que dirige la simulación, lo hinca en la piel del cuello de Becca y baja el émbolo. Yo me acomodo al lado de Becca y Lauren hace lo mismo con la inyección secundaria, conmigo.
En un minuto, todo lo real desaparece.



Una brisa brusca pero agradable golpea mi cabello y lo despeina. Miro a todos lados y me doy cuenta de que estoy dentro de un camión pequeño, bajo  y sin techo en la parte posterior. Mis brazos reposan encima del techo de la cabina del conductor.
Becca está  sentada a mi lado. Noto que no está disfrutando de la brisa tanto como yo.
—Vamos, Becca —le animo—.Levántate.
Ella me hace caso, pero se levanta con las piernas temblándoles. Pongo mi brazo a lo largo de su cintura para sostenerla; ella coge mi brazo con desesperación.
— ¿Qué pasa? —le pregunto.
—El camión...
No termina la oración. En ese instante, el camión se mueve de golpe y sale disparado hacia delante. Becca grita y me abraza con fuerza.
Es increíble que este cacharro vaya a una velocidad como esta. Puedo presentir que su velocímetro ha sobrepasado los ciento ochenta kilómetros por hora.
Miro el camino. Estamos atravesando las casas que estoy segura que son de Verdad y  estamos yendo en dirección hacia los edificios de Erudición. El sol es tibio  y las calles están desoladas.
Esto es raro. El camión es de Cordialidad. ¿No se supone que debería dirigirse hacia allá?
— ¡Marina!— Becca llora.
Siento que tenemos que salirnos de este vehículo, pero hacerlo implicaría saltar y rompernos unos cuantos huesos.
Entonces, se me ocurre una idea.
—El conductor —digo.
Al parecer, Becca me oye, a pesar del chillido del motor.
— ¿Qué hacemos?—grita.
— ¡Ayúdame a romper el vidrio! —le digo, mientras miro hacia la ventana trasera de la cabina del conductor. Nos alejamos de él, listas para patearlo. Para nuestra mala suerte, se viene una curva vertiginosa: el camión gira y nosotras caemos al suelo del coche.
Me he golpeado la cabeza. Intento incorporarme, pero el movimiento no ayuda. Becca está de rodillas, temblando.
— ¡Patea el vidrio! —grito—¡Hazlo y noquea a quién sea que esté conduciendo!
Intento incorporarme, pero me mareo. Sin embargo, Becca encuentra el equilibrio y patea con fuerza la ventana trasera. El vidrio se rompe pero el conductor no parece consciente de eso. En su desesperación, Becca se abalanza sobre él, y lo araña con sus uñas. El coche comienza a seguir un rumbo zigzagueante, pero está desacelerando. Logro pararme y con mi codo golpeo la cabeza calva del conductor; este se va hacia adelante, como si fuese un muñeco. El camión sigue moviéndose pero al no tener quien lo conduzca desacelera de forma peligrosa. Sin pensarlo dos veces, me meto en la cabina a través de la ventana, empujo al hombre hacia el asiento del copiloto con la ayuda de Becca y me siento en la silla del conductor. Piso fuerte en lo que supongo que es el freno y tengo suerte. El coche hace un tirón hacia delante de forma brusca pero se detiene en seco. Becca se mantiene férrea a los costados y respira con profundidad cuando ya nada se mueve.
La noche cae de improviso.



Abro mis ojos y me encuentro sentada en la silla reclinable.
—Nada mal —opina Lauren. Comienza a preparar dos nuevas jeringas.
Giro a mi derecha y veo a Becca, sonriéndome.
—Nunca se me había ocurrido noquear al conductor —me dice.
— ¿Ah, no? ¿Entonces, qué hacías? —pregunto, alarmada.
—Me lanzaba del carro— me contesta, lamentándose.
—No lo hagas de nuevo, por favor —le digo.
—Si tan solo pudiese estar consciente de que es una simulación para hacerte caso…—me dice ella, con ese  mismo tono de lamento.
Lauren se nos acerca, una jeringa en cada mano.
—Tu turno — me dice con amabilidad.
Gimo. Sé, por intuición mas no porque realmente lo sepa, que el repertorio de mis miedos es amplio. El hecho de que  la simulación sea al azar lo empeora. 
Trato de no pensar mientras siento la aguja hacerse paso en la piel de mi cuello. Tal vez no pueda estar consciente durante  la simulación, pero presiento que sabré que las cosas se volverán horribles de ahora en adelante.



Entro en la habitación.
Es tan ancha y amplia como el comedor de Osadía. Los pisos son de mayólica gris y las paredes son de color hueso. Hay mucha luz a causa de los múltiples fluorescentes  en el techo. Eso me asusta.
No recuerdo nada, pero tengo la sensación de que he estado aquí en algún momento.
— ¿Marina?—escucho a Becca preguntar. Ella está al lado este del cuarto.
La miro, pero ella no me está mirando a mí. Becca está mirando a una persona que está parada en frente de una puerta ubicada al lado opuesto de donde yo me encuentro.
Quien entra es alta, delgada pero formada. Usa un pantalón  de brillo mate, unas botas altas y de múltiples pasadores, un polo negro con cuello de semicírculo y una casaca de cuero. Está maquillada con labial marrón, cejas delineadas y sombras azules alrededor de sus ojos marrones claros. Su cabello es muy largo, negro y con mechas moradas.
Oh, vaya. Esa soy yo.
O creo que soy yo. Estamos vestidas de la misma forma, pero mi doble  tiene un caminar que retumba en toda la habitación.
En sus ojos, veo maldad pura.
Me mira fijamente a mí y yo miro a Becca. Pronto, mi amiga gira hacia mi dirección y se tapa la boca de la sorpresa. Me ve, claro. Ve a ambas Marinas y no sabe a quién dirigirle la palabra. 
—Saludos, Marina —dice mi doble con un tono desafiante—.Estoy feliz de verte de nuevo.
Becca me mira y ahora se me acerca. Sabe que yo soy la auténtica.
—No tienes que hacerte la mosquita muerta —dice mi otro yo con asco —.Compórtate como lo que eres en realidad: una malvada, hipócrita y horrible persona.
Sé que está intentando provocarme, pero la ignoro. Intento acercarme a Becca.
Y entonces, siento  que un ardor recorre lo largo de mi cara.
Intento no caerme ante la patada que mi doble acaba de darme.
Diablos, ¿tan fuerte pateo?
— ¡Marina!—chilla Becca.
—No te acerques—le digo.
Mi otro yo lanza un derechazo hacia mi rostro, pero antes de que pueda magullarlo sostengo su brazo golpeador desde la muñeca. Ella ruge, como si fuese un animal y no una persona.
Verme tan deshumanizada me aterra. La otra Marina aprovecha ese segundo de terror y con su mano izquierda me jala de los cabellos. Tira con fuerza y yo grito. No pierdo el agarre de su muñeca y estoy lista para dedicarle uno de mis mejores golpes hasta que veo un objeto brillante en mi cinturón.
Un cuchillo.
Perfecto. Deslizo mi mano izquierda hacia él, mientras forcejeo con mi doble. En menos de un segundo, empuño el cuchillo y lo dirijo hacia ella.
Mi otro yo lo ve venir, pero en vez de alejarse ladea su cabeza y mira fijamente a Becca.
Después de eso, hay dos gritos. Ambos son de dolor.
Me retraigo hacia atrás para ver lo que ha sucedido.
El cuchillo lastimó a mi doble en el hombro...pero no recuerdo que mi doble tuviese un brillante cabello rojo y que fuera más pequeña que yo.
Veo a Becca y me doy cuenta que ella tiene una herida en el hombro en el mismo lugar en el que yo he lastimado a mi oponente.
Entiendo dos cosas en el mismo segundo: que mi doble puede adoptar la forma de las personas a su alrededor con solo mirarla a los ojos y que todo lo que le haga a ella repercutirá también en la persona de quien haya tomado su forma.
Me desplomo.
Mierda.
—Levántate, perra—dice el doble con la voz de Becca—.Levántate y pelea.
Ella quiere que pelee. Si eso es lo que quiere, entonces no  lo haré.
Me estiro en todo el suelo.
—No—digo con firmeza.
Con su brazo bueno, el doble de Becca comienza a golpearme. Me patea y yo solo me abstengo de no mirarla, de no mirar a mi propia amiga golpeándome y con chispas en los ojos.
Un segundo.
Cojo de los hombros al doble de Becca y la obligo a mirarme. Finalmente, lo logro y ella es otra vez como yo.
Creo que así será más fácil. Eso pienso, pero me doy cuenta de que ella ya no tiene una herida en su hombro; está intacta, como aparentemente lo estoy yo.
Estoy esperando otro golpe, pero escucho un forcejeo en lugar de eso.
Me incorporo y veo a Becca tapándole los ojos a mi doble y pateándole por atrás. Mi doble se libra de su ataque y se da la vuelta. Becca baja la mirada, pero eso solo hace que sea más vulnerable.
Mi doble me mira con sadismo. Manteniéndome la mirada, ella saca de su cinturón un cuchillo con el mismo filo que el mío y me lo muestra con una sonrisa.
Como si su mente estuviera conectada a la mía, sé exactamente lo que va hacer.
— ¡NO!—grito.
La otra Marina se abalanza sobre Becca. La golpea con su codo derecho y  alza el cuchillo.
La furia recorre por todo mi cuerpo, como si mis venas estuvieran llenas de combustible. Salto lo más rápido posible y cojo mi cuchillo.
Sin pesarlo dos veces, se lo clavo en el cuello.
Esperaba sentir algo en mi tráquea, pero la sangre sigue circulando con normalidad. Parece que no sucede nada si lastimo al doble cuando tiene mi forma.
Jadeo y veo cómo mi doble se pone de rodillas. Becca lo mira con los ojos como platos.
Grave error.
En un último segundo, mi doble mira hacia arriba, hacia los ojos de Becca. Cambia de forma y es Becca otra vez, pero sin ninguna herida en su cuello.
Mierda, mierda, mierda.
Se pone de pie y nos coge a ambas por el cuello, una mano cada una. Aprieta  tan fuerte que no puedo respirar.
—Estúpidas—escupe la palabra con odio.
Tengo que rendirme. Si la lastimo, lastimaré a Becca y bajo ninguna circunstancia dejaré que eso pase. Mis fuerzas comienzan a irse, al igual que mi aliento.
Al parecer, su agarre es muy flojo para el lado de Becca, pues lo hace con el brazo que tiene el hombro lastimado. Becca la toma del cabello —de su cabello —con una fuerza que nunca antes había visto en ella.
— ¿Como tú? No lo creo —dice.
De golpe, Becca baja la cabeza de su doble y la estampa contra el suelo. Su agarre en mi cuello desaparece y estoy tosiendo, volviendo a recuperar aire. Estoy lo suficientemente lúcida como para ver cómo mi amiga vuelve a estampar la cabeza de su otro yo  de nuevo, esta vez con más fuerza. Puedo escuchar cómo los huesos de su cráneo crujen.
El doble cae al suelo y ya no se mueve.
Miro a Becca y ella me mira a mí. De alguna forma, nos desconocemos la una a la otra.

Entonces, todo ha terminado.        




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Capítulo 10

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