Capítulo 5
Toris y yo entramos al comedor. Ambos cogemos una bandeja y recogemos nuestra comida sin ningún inconveniente.
Busco nuestra mesa y veo a Becca sentada en
ella. Me doy cuenta de que sus redondas mejillas están rojas, casi como su
cabello mismo.
El porqué es más que evidente.
Blas está sentado a su lado, enrollando
tallarines con un tenedor mientras habla. Killer no se ve por ninguna parte.
Estoy a
punto de decirle a Toris que nos vayamos a otra mesa, pero no lo hago; eso
sería demasiado sospechoso. Desde que nos conocimos en conjunto, no nos hemos
sentado por separado durante las
comidas.
Toris se me
adelanta. Camina hacia nuestra mesa
con sigilo y aprovecha que Becca mira fijamente a Blas y que este está
demasiado ensimismado en lo que habla. Ninguno de los dos se da cuenta de la
presencia de Toris hasta que un golpe seco en medio de la mesa los regresa a la
realidad.
— ¡Amigos!—grita Toris con emoción mientras se
sienta en la banca con brusquedad, en
frente de ellos— ¿De qué hablan?
Becca gime de la sorpresa, mientras que a Blas
casi se le cae el tenedor. Yo me siento al lado de Toris, riéndome, sin poderlo
evitar.
— ¡Maldito seas, pedazo de cuerno!— exclama
Blas con una mueca de espanto— ¡Casi me das un infarto!
—A veces es difícil creer que hallas nacido en
Cordialidad, hombre —opina Toris mientras comienza a comer.
Es fácil imaginarse a Blas con ropa de colores
cálidos. En mi opinión, pienso que los colores de Cordialidad caerían mejor con
su piel morena que el negro, que la opaca más.
Más allá de la vestimenta, con ese vocabulario
y esa energía, se podría decir que Blas está en el lugar correcto.
O tal vez no.
—Me exasperas — opina Blas.
— ¿Dónde está Killer?—pregunto.
Becca frunce el ceño antes de responder.
—Dijo que se tardó más que la vez anterior en
el simulador. Fue a preguntarle a Amar si podía practicar una vez más él solo.
Veo que le dijo que sí, porque no se ha aparecido desde entonces.
—Y tratamos de convencerlo de que necesitaba
un estómago lleno para rendir bien, pero no nos escuchó —complementa Blas.
Luego agrega: — ¿Y qué tal te fue a ti, Mar?
—No creo que mejor que a Killer, pero te tomo
la palabra —contesto, mientras saboreo mi comida con gusto y le enseño a Blas
mi dedo pulgar alzado.
—Hey, hombre —dice Toris, chasqueando los
dedos en frente de los ojos de Blas —.No
has contestado mi pregunta.
— ¿Cuál? —pregunta Blas.
—Sobre qué estaban hablando Becca y tú.
— ¡Ah, eso! Becca y yo estábamos recordando
nuestras vidas en Cordialidad, ¿verdad, Bec?
Becca no responde; solo le sonríe en
respuesta.
Sé que
le gusta cuando Blas utiliza ese diminutivo con ella porque sus ojos adquieren
un brillo especial cuando lo mira.
Lo noté desde el primer día de clases, cuando
nos tocó practicar con los sacos de boxeos y yo miraba con la periferia de mi
ojo cómo Becca observaba a Blas, y su manera tan flexible y elegante con la que
golpeaba el saco, casi como si no estuviese sufriendo tanto como lo hacíamos
nosotras al inflamarnos los nudillos de tanto golpear.
Yo creía, en un principio, que Becca estaba
impresionada por aquella flexibilidad y que intentaba imitarla. Empero, cuando ella y yo nos volvimos cercanas, Becca me
hablaba a hurtadillas sobre él. De simples comentarios, me contó que lo conocía
de vista desde la escuela de Niveles Superiores, y que iban a los mismos grupos
para bailar y cantar, pero que nunca se
había atrevido hablarle. Fue una gran sorpresa cuando supo que sus destinos
seguirían siendo los mismos.
A mí no me tocaba pelear el último día de la
primera fase, pero a Becca sí. El
entrenamiento con Toris dieron buenos resultados en sus dos primeras peleas,
pero, para su mala suerte, a Becca le tocó enfrentarse con Vic en su última
lucha. Además de estar lesionada de la
rodilla por la anterior lucha, Becca estaba
asustada, pues había sido testigo de cómo Vic me había azotado con
ferocidad la primera vez. Trató de
defenderse, pero Vic es muy fuerte y veloz. Su rodilla lesionada era su mejor
soporte y, al no tenerla en funcionamiento, a Vic se le hizo fácil
derrumbarla y provocarle un esguince en la muñeca.
Eso hubiese sido una pelea desastrosa para
Becca si no fuera por lo que pasó después.
Yo estuve a punto de hacer el papel de
enfermera con gusto pero se me adelantaron.
— ¿Estás bien? —Blas, quien estaba cerca de la
zona donde se encontraba Becca, le preguntó aquello mientras la sostenía por los hombros. La
pobre Becca estaba tan apaleada que no se había dado cuenta que la oportunidad
de su vida estaba al frente de ella. Su respuesta fue un audible gemido.
Blas retiró su mano derecha del hombro de
Becca y sostuvo su muñeca maltratada.
—Oh, cielos —opinó Blas, mientras la examinaba
—.Tienes una herida muy fea. ¡Pero no te preocupes! Es una herida un poco
superficial y también un tanto capilar...
Blas comenzó a mencionar otros términos anatómicos y métodos para
sanar el esguince. Yo me quedé ahí, de pie, escuchándolo.
¿De
dónde sabía él todos esos conocimientos
médicos?
No tuve mucho tiempo para pensarlo, porque
Becca ya había recobrado un poco el sentido.
Miró a Blas y pude ver como sus ojos salían de
sus órbitas. Las palabras le salían a borbotones.
—Ah, hola... creo que...creo que me lastimé...
—Ya veo—respondió él, sonriendo.
—Tal vez debería llevarla a la enfermería por
un poco de hielo —es aquí cuando yo meto mi cuchara.
Blas me miró y me dedicó una sonrisa.
—No supone ningún problema que las acompañe,
¿no?
Yo sonreí de oreja a oreja. Becca también lo
habría hecho...si no fuera porque tenía un moretón en la mandíbula.
Cuando Becca estuvo mejor de su lesión, Blas, ella y yo estuvimos conversando a mares sobre asuntos alegres, como nuestras expectativas en Osadía y sobre algún acto temerario que hubiésemos hecho en estos días.
Por la noche de ese mismo día, Becca y yo nos llevamos una pequeña sorpresa.
En la mitad de nuestro camino a la cena,
vimos a Killer y a Toris juntos por
primera vez. A Killer lo veíamos y lo saludábamos en clase, mientras que a
Toris lo habíamos visto un día anterior a aquel. Se me hizo raro verlos juntos,
pero al instante supuse que Killer también había recibido ayuda de Toris.
Killer no había perdido ni una sola pelea.
La imagen mental era sencilla: pasaríamos y
los saludaríamos, nada más. No esperaba que Blas se nos adelantara, para luego
gritar, emocionado:
— ¡Hola a ustedes dos!
Becca y yo estábamos paralizadas. Killer y
Toris se dieron la vuelta y lo miraron divertidos.
— ¡Femo! —había dicho Killer casi con la misma
emoción que Blas, pero con una mueca demasiado ridícula.
Una ventaja de haber pertenecido a Erudición
es que conectas todo de inmediato. Blas-femo.
Vaya lata.
— ¿Se conocen? —preguntó Becca, asombrada.
— ¿A este rubio teñido y a este ojos de moco?
¡Claro!—rio Blas.
Después de eso, Toris le encestó un codazo en
su estómago, al mismo tiempo que le sacudió los rizos.
— ¿Me has llamado ojos de moco, esponja para
inodoro? —le preguntó, mientras él y Blas comenzaron a pelearse a manotazos de
manera infantil.
Killer nos habló, mientras intentaba
contenerse de la risa.
—Conocí a Blas
de casualidad en la cola de la Ceremonia de Elección—Killer ríe,
mientras nosotras lo miramos con los ojos muy abiertos —.Fue una enorme
sorpresa encontrarlo de nuevo en el comedor de Osadía el primer día y desde
entonces hemos estado intercambiando técnicas
de combate, pero claro, ustedes saben, yo le gané en la arena —dice aquello con
aplomo —.A Toris lo conocimos en la tienda de tatuajes.
Se arremangó el brazo izquierdo de su camisa y
nos mostró su tatuaje: un dragón muy escamoso, puesto de perfil.
Blas logró liberarse de Toris y nos sonrió.
—Este el mío — dijo entre jadeos, mientras se
alzaba la base de su camiseta y nos enseñó su tatuaje ubicado en la parte baja
de su espalda: un atrapa sueños con pequeñas tiras de plumas sobresaliendo de
su base. No lo sostuvo mucho tiempo: un manotazo de Toris en la cabeza casi lo hace caer.
—Así que… —dijo Toris—…sobrevivieron.
—Sobrevivimos —le dije, sonriendo.
Becca refunfuñó. Se arremanga el pantalón y le muestra a Toris
lo morado que estaba su rodilla. Toris le lanzó una risotada.
—Yo también tengo alguna de esas —dijo Killer,
mientras subía más la manga izquierda en su camisa y nos mostró un moretón que
le cubría el codo.
—Parece que tenemos mucho en común —comentó
Blas.
Me reí con ganas. Becca me siguió y los demás
también comenzaron a carcajearse.
Con todo este infierno de entrenamiento,
¿realmente alguno de nosotros saldría ileso del salón de clases?
Lo que dijo Blas fue estúpido. Estúpido y
realmente…divertido.
—Maldita sea —dijo Toris —.Definitivamente,
yo me quedo con ustedes.
Enterarse por completo de la forma de vida de
otras facciones es estimulante, sobre todo si se la dices a alguien que está a
esperas de recibir toda clase de información. Como yo.
Una sola conversación con este grupo tan bizarro — una erudita, un
osado, un veraz y dos cordiales —no nos bastó.
Nos apropiamos de una mesa del comedor y
comenzamos a charlar sobre nuestras antiguas facciones, nuestras experiencias,
nuestro todo. Nos preguntábamos
detalles generales sobre las facciones, y no solíamos explayarnos de más.
Sin embargo, cuando me tocó hablar a mí y sobre Erudición, la lluvia de
preguntas fue realmente desconcertante.
— ¿Qué labores hay en Erudición?
— ¿Es verdad que Erudición y Abnegación son
opuestos?
— ¿Cómo son los líderes de Erudición?
— ¿Cómo se entretiene un erudito?
— ¿Qué diferencia hay entre la lógica y la
razón?
Respondí esas y más preguntas. Tuve la lengua
seca y ninguno de nosotros había probado
bocado de nuestros almuerzos, ensimismados en nuestra conversación sobre la
facción más inteligente.
Creo que fui yo la que cambió el curso de la
conversación. Decidí, y dejé que mis nuevos
amigos también decidieran, que ya era el momento de hablar de
nuestro presente y de nuestro futuro en
Osadía.
Y ellos estuvieron de acuerdo.
Hablar de ello fue más relajante que charlar
del pasado, sobre todo cuando el horizonte se veía agradable y esperanzador. En
el salón de los transferidos, en la primera fase, Killer fue quien terminó
primero, seguido por Vic, luego Blas, y después yo. Becca iba en quinto lugar
sin mucha diferencia, pues nuestros progresos eran similares. Mientras tanto,
Toris ocupaba el primer lugar en el
salón de los Iniciados nacidos en Osadía.
Pero los puestos era lo de menos. La amistad
de los cinco se fortaleció y yo estaba convencida de eso.
Sin embargo, una parte de mí, aquella parte que aún seguía siendo erudita,
clamaba mi atención. Esa parte, como un timbre de alerta de alguna máquina, me
decía que había secretos que estaban frente a mis narices. Mis nuevos amigos y
yo hablábamos, reíamos, disfrutábamos de nuestra compañía, pero yo presentía
que guardábamos secretos entre nosotros
por ciertos detalles que solo una persona observadora, por no decir una
persona erudita —o una persona veraz, no lo sé—, podría darse cuenta.
Lo que profesaba Killer antes de decidir por
Osadía tenía cierta razón.
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