Capítulo 3
La práctica de la mitad del día en el simulador ha terminado y yo me encuentro demasiado agotada, como si hubiese hecho cinco simulaciones en vez de una. Amar, el instructor de los transferidos y, por lo tanto, mi instructor, no hace muchos comentarios sobre esta última: solo mantiene un rostro amable y me dice que lo hice bien.
Bien pero no excelente, una voz conocida hace eco en mi mente.
He sido la última en
entrar al cuarto por lo que, cuando salgo, no encuentro a nadie conocido en los
alrededores. Camino unos cuantos metros
y encuentro un pasillo, con una larga banca donde sentarse. Me siento en ella, cierro los ojos e intento
quitarme el eco de aquella frase que pensé hace unos segundos.
Pero no puedo. La voz
en mi mente se hace más profunda e incluso puedo visualizar la expresión exacta
de la persona quien solía decirla.
Se trata de un rostro
femenino, pero cuyos rasgos no estarían dentro de los cánones actuales establecidos para la feminidad. Es un rostro
alargado, adornado por un corto cabello negro hasta la mitad de las mejillas y
un cerquillo. Sus ojos son castaños claro, igual a los míos.
Es Ella.
Es Ella.
Mi hermana.
Ella es ocho años mayor
que yo. Mi hermana es puramente
Erudición y su Ceremonia de Selección se celebró cuando yo tenía ocho años de
edad. No recuerdo mucho sobre su Iniciación, pero sí recuerdo que Ella aspiraba
el primer puesto; quedó en segundo lugar, gracias a su gran CI.
Pero un segundo lugar
es exactamente una representación de un bien
pero no excelente.
También recuerdo que,
después de aquello, Ella estuvo casi un cien por ciento pendiente de mí.
Se sienten extrañamente cercanas las épocas en las que Ella se encontraba detrás de mí cuando yo hacía mis tareas. Mi hermana no dejaba que mis pasatiempos fuesen diferentes a leer, hacer experimentos o cualquier otra actividad que implicara llenarme de conocimientos.
Se sienten extrañamente cercanas las épocas en las que Ella se encontraba detrás de mí cuando yo hacía mis tareas. Mi hermana no dejaba que mis pasatiempos fuesen diferentes a leer, hacer experimentos o cualquier otra actividad que implicara llenarme de conocimientos.
Nuestros
propios padres no me prestaban tanta atención como Ella. Puedo decir que ningún hermano mayor de alguien que yo
haya conocido ha puesto tanta dedicación en su hermano menor como Ella lo hizo
conmigo.
Pasaron muchos años
para que yo entendiera el porqué de esa amplia entrega hacia mí.
Tal vez Ella no había
logrado destacar en su Iniciación, pero la esperanza de ella radicaba en el hecho
que yo sí podía hacerlo.
Para eso, yo debía elegir Erudición el día de mi Ceremonia de Elección.
Para eso, yo debía elegir Erudición el día de mi Ceremonia de Elección.
En un principio, me dio
igual que Ella estuviese diseñando ese mi futuro. Yo nunca le fallé en la escuela, ni tampoco en
cualquier otro asunto en donde los conocimientos estuviesen involucrados.
Siempre destacaba entre mis demás compañeros eruditos y disfrutaba de las
ciencias, sobre todo de la computación. En cierto modo, me convencí, al igual
que mi hermana, de que Erudición era todo
para mí, incluyendo mi destino.
Eso fue hasta que
Jeanine Matthews tomó el liderazgo de la
facción.
Yo tenía trece años
cuando aquello ocurrió y durante ese primer año estuve, al igual que los demás
eruditos, satisfecha con aquella elección. Jeanine tenía el CI más alto de toda
nuestra facción y tenía un largo estudio eficaz sobre sueros y simulaciones,
ambos métodos indispensables para las iniciaciones de todas las facciones y,
por lo tanto, para el equilibrio de nuestra ciudad.
Tiempo después, presté
más atención a sus discursos y a sus inclinaciones, y la admiración dio paso al
desagrado total.
Su manera de definir la
utilidad de las ciencias era, en su totalidad, errada. Si eras de Erudición y
,además, eras una persona naturalmente desconfiada, podías entender lo que ella
pensaba sobre aquella utilidad : la
ciencia ,definida como un medio de poder, mas no como un medio para un fin
benéfico a la sociedad, la forma en que siempre ha sido a lo largo de la historia. Cuestionaba la
gobernabilidad de Abnegación, utilizando palabras con doble sentido que daban a
entender que debería ser Erudición quien debería tomar las riendas de la
ciudad. Concebía a la persona inteligente como una persona científica, aislando los
diferentes tipos de inteligencia que existen y que siempre habían sido de
consideración dentro de nuestra facción antes de su llegada.
Las palabras de Jeanine
eran brisas del viento para mí. Por desgracia, Ella no es una persona
naturalmente desconfiada, por lo que las palabras de nuestra lideresa se
volvieron absolutas para sus principios, solo porque Jeanine era la más
inteligente y los cuestionamientos hacia ella debían ser impensables.
Posterior a mi
catorceavo cumpleaños, Ella y yo discutíamos.
Su presencia en mis
actividades diarias comenzó a trastornarme. Mi hermana repetía una y otra vez
aquellos discursos vacíos, y yo intentaba refutarle. ¿Que Abnegación no era la
ideal gobernante? ¡Era ilógico! La dirección política de nuestra ciudad debía
recaer en aquellos que siempre pensaban en los demás; de lo contrario,
correríamos el riesgo de obtener un gobierno déspota.
Eso y otros
cuestionamientos provocaron que Ella me
regañara con dureza, diciéndome que me estaba comportando como una cabeza dura
de Verdad y no como una verdadera erudita.
Bueno, si me hubiese
interesado en irme a Verdad desde el principio, le habría dicho lo que pensaba de ella en ese momento.
Tonta,
manipulable, ilógica.
Entonces, un año antes
de mi Elección, pasó aquello.
— ¿Qué es lo que quieres? —me
había dicho Ella cuando yo me puse frente a ella, en la sala de estar,
interrumpiéndola de su sesión de lectura.
— ¿Has leído El Erudito y la última estupidez de Jeanine Matthews? —dije
yo, moviendo mi lengua al pronunciar ese nombre con amargura.
—No sé de qué estás
hablando —dijo Ella, ignorándome.
—Resulta que ha
asegurado a un cien por ciento la infalibilidad del simulador para la Prueba de
Aptitud. Quiere hacernos creer que cualquier error es inexistente.
—No entiendo cuál es el
problema.
— ¿No nos han enseñado
desde siempre que no existe tal infalibilidad con respecto a las simulaciones,
con respecto a cualquier cosa? ¿No es ese uno de nuestros principios eruditos
más básicos?
—Tal vez nuestros
principios antes de Jeanine estaban desfasados —opinó Ella, con una paciencia
que me daba náuseas.
— ¡No están desfasados!
Eran mucho mejores que los de ahora. Además, ¿cuál es el punto en todo esto?
¿Que si la Prueba de Aptitud me da un resultado ese será exactamente el que voy
a elegir? ¿No es eso un corte al albedrío?
—Hermanita, las
simulaciones siempre fueron diseñadas con el punto de que sean infalibles y
evitar que mucha gente se vuelva Sin Facción ¿No es ese acaso una contribución
importante? Las simulaciones deben estar diseñadas de una forma que nunca
fracasen. Si nuestro prototipo de simulación fallara todo el tiempo, ¿te
imaginas cuánta gente Sin Facción tendríamos?
—Elegir una facción
diferente a la del resultado de la Prueba de Aptitud no es sinónimo de ser Sin
Facción.
—Por supuesto que lo
es. La Prueba de Aptitud estuvo hecha
para que nosotros no tuviésemos que preocuparnos por elegir nuestras labores,
como nuestros pobres antepasados. Con este nuevo prototipo, nuestros lugares en
esta sociedad estarán definidos para nosotros. Aquel que se salga de la línea
estará condenado al fracaso.
Esa era la explicación
más aburrida que había escuchado por parte de Ella. La más aburrida y, al mismo
tiempo, la más estúpida.
Mi ira se estaba condesando en mis puños. Había estado entrenada para sobreponer el conocimiento antes que los sentimientos, pero eso se acabó aquel día.
Mi ira se estaba condesando en mis puños. Había estado entrenada para sobreponer el conocimiento antes que los sentimientos, pero eso se acabó aquel día.
—La ciencia tiene
muchas fallas, hermana —dije con hosquedad— .No es absoluta, como tú quieres
creer.
Eso la hizo reaccionar.
Se puso de pie en un santiamén y me cacheteó, tan fuerte que me tiró al suelo.
Mi mejilla ardió como si me hubiesen puesto un metal caliente sobre ella.
— ¿Cómo te atreves a
cuestionar nuestros conocimientos?—gritó Ella.
Me harté de sus
estúpidos conocimientos.
Me puse de pie y la
enfrenté.
—No vuelvas a hacerme
eso.
Y la golpeé, directo en
el ojo.
Fui castigada tras
haberle regalado a Ella un ojo morado, un dedo meñique roto y unas raspaduras
en los brazos. Claro que yo también
recibí los arañazos por parte de Ella, pero ni siquiera las sentí cuando me las
hizo al intentar defenderse.
Realmente, sentí mucho orgullo por mi resistencia al dolor físico.
Realmente, sentí mucho orgullo por mi resistencia al dolor físico.
Después de eso, dejé de
dedicarme a los estudios. De todos modos, mi Ceremonia de Selección estaba a
menos de un año, ¿qué sentido tenía ya? ¿Para qué molestarme?
Cuando evalué mis
aptitudes y mi carácter, sentí que encajaban en un espacio nuevo. Sentí que
podía ser más que una persona inteligente, pero... ¿qué era ese más?
Mi reacción ante Ella y
sus criterios me hizo ver que tal vez necesitaba un espacio más libre, más
diseñado a la lucha.
Un espacio como Osadía.
Un espacio como Osadía.
A partir de entonces,
comencé a observar a los osados de la escuela, sobre todo en la entrada, los recreos y la salida. Los veía
correr y, esencialmente, hacer actos temarios. Yo me encerrada en mi cuarto y
frente al espejo intentaba imitar sus movimientos. Luego de un tiempo, me
pregunté por qué imitar a los de Osadía se me había hecho una rutina.
Llegué a la conclusión de que aquel altercado
con Ella había despierto algo en mí.
Una fuerza, más física que intelectual, se hizo presente en mi cuerpo y en mis pensamientos; una voz de protesta ante la pérdida del significado de la verdadera erudición hablaba en mi mente, diciéndome que Erudición no volvería a ser la misma.
Una fuerza, más física que intelectual, se hizo presente en mi cuerpo y en mis pensamientos; una voz de protesta ante la pérdida del significado de la verdadera erudición hablaba en mi mente, diciéndome que Erudición no volvería a ser la misma.
Sin embargo, dentro del
supuesto cuadro que yo hice de mí misma en mi mente, había una pequeña falla,
evidenciada en la relación que tuvimos Ella y yo luego de nuestra pelea.
Si bien Ella dejó de estar al pendiente de mí, cada vez que ella estaba cerca podía sentir espasmos en cada músculo de mi cuerpo. Cuando me observaba con su mirada de piedra fundida, podía sentir que cada parte de mí que ella visualizaba reaccionaba con una chispa eléctrica paralizante.
Si bien Ella dejó de estar al pendiente de mí, cada vez que ella estaba cerca podía sentir espasmos en cada músculo de mi cuerpo. Cuando me observaba con su mirada de piedra fundida, podía sentir que cada parte de mí que ella visualizaba reaccionaba con una chispa eléctrica paralizante.
No hablábamos. Yo
evitaba a toda costa estar cerca de su perímetro. Las horas de las comidas eran
las más difíciles, pues mientras nuestros padres hablaban de temas relacionados
a las ciencias – como todas las familias de eruditos –, Ella se sentaba en
frente de mí y sus miradas asesinas no se hacían esperar, a pesar de que yo trataba con todas mis fuerzas de ignorarla.
Luego, supe definir aquellos sentimientos.
Yo tenía miedo.
Miedo de Ella, y sobre
la manera que ella podría haber estado planeando una venganza hacia mí. Miedo
de mí, y de mi lado tosco que había descubierto. Miedo de que ambas nos
volviésemos a lastimar, porque tenía que reconocer, maldita sea, que aún quería
mucho a mi hermana.
Creo que esa vez fue la
primera vez que detecté uno de mis miedos por cuenta propia.
En el día de la Prueba
de Aptitud, yo estaba extrañamente emocionada. Sentí que podría encontrar mi
lugar en este mundo, y tenía la esperanza de que ese lugar no fuese Erudición.
Osadía. Mis presentimientos oscilaban hacia ella.
Osadía. Mis presentimientos oscilaban hacia ella.
Después de que salí de
la sala de prueba, esas dos malditas palabras retumbaron en mi cabeza, acompañadas
por la ansiedad de la tristeza.
Erudito perfecto.
Erudito perfecto.
No quise creerlo. Cada
vez que escuchaba la palabra Erudición, la sentía ajena a mí. Mi facción ya no
era la misma, con todos esos eruditos pretendiendo ser perfectos, pretendiendo
ser poderosos más que ser inteligentes.
La ironía de todo esto es que la razón de
existencia de Erudición se estaba volviendo ilógica.
¿Realmente
pretendo ser perfecta? ¿Realmente soy egoísta y demasiada confiada, como los
demás eruditos?
¿Realmente
pertenezco a este lugar?
La resolución de Ella
sobre la perfección de la simulación me
dio escalofríos. Si ella tenía razón, no elegir Erudición en mi caso significaría ser Sin Facción, y
ser parte de aquellos que son abandonados es el peor de todas las pesadillas.
Nuestras vidas no
tendrían sentido sin una facción a la cual pertenecer.
Pero, con Jeanine a
la cabeza, los nuevos principios de la población de Erudición, el cambio de
intereses... la facción de Erudición se volvió obsoleta para mí.
Al día siguiente, en el
día de la Ceremonia de Elección, me desperté más temprano que nadie y recorrí
toda mi casa.
Aún no había tomado mi decisión, pero lo que hice se sintió como una despedida.
Aún no había tomado mi decisión, pero lo que hice se sintió como una despedida.
Mis padres no notaron
nada sospechoso en mí o, al menos, así lo pensé. El incidente con Ella ya había
pasado hacia casi un año y era probable que ellos lo hubiesen olvidado. Por
desgracia, ni Ella ni yo lo habíamos
hecho.
Cuando mi familia y yo
terminamos de desayunar, mis padres fueron a alistarse y me quedé con mi hermana a solas. A mí me temblaba la
mano ante su presencia, pero no hice nada por evitarlo. Ella podía pensar que
simplemente estaba nerviosa; no me importaba.
El silencio sepulcral
que nos acompañó en esos minutos se acabó cuando yo estuve a punto de
levantarme de la mesa.
—No vas a elegir
Erudición, ¿verdad?
Era la voz de Ella. Se
oía distante, vacía.
Pasó un minuto entero
antes de que yo contestara.
—Creo que no —dije en
un hilo de voz.
Ella no dijo nada más.
Me incorporé y en el
camino hacia el cuarto de mis padres, escuché un quejido muy débil, pero supe
de inmediato que era Ella, intentando controlar sus lágrimas. Mi corazón se
estremeció.
¿Realmente Ella quería
mantenerme en Erudición para ocupar el lugar que ella nunca tuvo?
Si una erudita perfecta
como Ella hacia un gesto sentimental como aquel era porque el asunto siempre fue
más complicado de lo que pensé.
Ella nunca lo iba admitir,
pero entendí que ella se dedicó a mí para mantenernos unidas, con nuestros
padres, en Erudición.
Tal vez ella no quería
que los dejara. Que la dejara.
Sin embargo, la forma
en que intentó mantenerme en Erudición no funcionó y es en este punto en que me
percaté que lo que Ella profesaba tenía algo de razón.
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