Capítulo 7


No era anormal para mí  ni para Becca, durante la primera semana en Osadía, regresar tarde de nuestras prácticas con Toris y descubrir camas vacías, como la de Killer y la de Blas.
Noches después, cuando los cincos nos conocimos en conjunto y se terminó la primera fase, las ausencias de nuestros amigos seguían siendo continuas.
Me di cuenta que nunca regresaban hasta después de que todos nos hallásemos dormidos. Sabía que Killer y Blas se estaban ayudando entre ellos, pero ¿qué sentido tenía  hacerlo ahora cuando la primera fase ya había terminado? ¿Acaso ellos sabían algo sobre la segunda fase que no nos habían contado?
Tal vez se habían ido con algunos miembros osados a celebrar, pero yo no tenía una base sólida para argumentar esa suposición.
Necesitaba saber.
Una noche, antes del inicio de la segunda fase, cuando llegué con Becca más temprano, vi a Blas acostado, pero a Killer no. La cama de Blas estaba en mi visión desde mi posición acostada en mi cama, por lo que podía observar cómo él se removía en su colchón, como si estuviese impaciente. Esperé unos minutos y vi a mi amigo levantarse con sigilo y correr hacia la salida.
Recuerdo que pensé en despertar a Becca, pero supe que aquello me restaría algo de tiempo. A los segundos de que Blas salió, yo me levanté y lo seguí.
Los pasillos estaban oscuros y no había nadie. Mi visión ya se había amoldado a la oscuridad, por lo que no me tomó mucho tiempo divisar a Blas corriendo hacia uno de los salones de clases.
Corrí de puntitas hacia el salón. No lo pensé — tal vez porque mi curiosidad fue más grande que mi sentido de precaución— y abrí la puerta casi de golpe.
Lo que vi fue... inesperado.
— ¿Qué caraj...?—las palabras se me atoraron en la garganta.
Ahí había una lámpara con una luz potente que me recordaba a la lámpara de mi habitación erudita, pero también había luces de linternas, enfocadas en pequeños objetos esparcidos sobre la mesa. Se trataban de trozos de metal y también había herramientas.
La lámpara, por su lado, enfocaba tres rostros atónicos muy conocidos.
Killer, Blas y... ¿Toris?
Killer se puso de pie y se me acercó, confundido.
—Marina, ¿qué estás haciendo aquí?
—Yo... —la sorpresa me había dejado casi muda —Vi salir a Blas. Pensé que tenía problemas.
En mi mente esa era una excusa perfecta, pero olvidé que entre mis amigos hay alguien que perteneció a Verdad.
—Qué bueno que no elegiste a Verdad como facción, Marina. Y que yo sepa, no has elegido a Abnegación como para estar pendiente de  los demás — me dijo Killer, en tono acusatorio.
Blas no parecía tan preocupado por mi presencia.
—Ella fue Erudición, Kill. La curiosidad es parte de su naturaleza.
—La curiosidad mató al gato – le recuerda Killer.
Yo, al fin, encontré mi voz.
—Sea lo que sea lo que estén haciendo, no diré  absolutamente nada. Ustedes...son mis amigos, ¿saben?
—Lo sabemos —pude ver la sonrisa de Blas gracias a la luz de la lámpara —.Y ya que estás aquí, ayúdanos con esto.
La tensión en la habitación se disipó.  Me acerqué a la mesa y reconocí algunas piezas: partes de una computadora, piezas de automóvil, etc. Verlas me traía nostalgia y también deseo de juntarlas, de ordenarlas, de hacer algo con ellas.
— ¿Para qué son estas piezas? —pregunté.
—Intentamos construir armas paralizantes —me explicó Blas —.Toris es muy bueno armando pequeñas máquinas, Killer es excelente recabando información relevante y yo, pues, hago un buen trabajo siguiendo instrucciones. Digamos que esto es nuestro pasatiempo.
Pude ver a mi cerebro como una máquina llena de engranajes, engranajes que se movían de forma veloz, como si alguien hubiese presionado el botón de encendido y mi cerebro hubiese empezado a funcionar. Un clic, y la realidad estuvo frente a mí.
El aparente gusto de Killer por las lecturas, la habilidad para enseñar de Toris, el interés médico de Blas...
—Ustedes...ustedes son aptos para Erudición.
 No era una pregunta. Los tres me miraron, pero ninguno dijo nada.
Continué.
—Su Prueba de Aptitud arrojó Erudición, ¿verdad?
Un nuevo silencio incómodo nos invadió.
—Tu antigua facción no es digna de honores, Marina —sentenció Killer.
—Estoy de acuerdo —respondí con firmeza— ¿Por qué crees que ya no estoy en ella?
Creo que sus cerebros también comenzaron a procesar.
—Eres una erudita perfecta—replicó Toris, mirándome con fijeza.
Me sentí helada. Intenté mantener la calma, usando la ironía.
— ¿Tanto se me nota?
Killer me respondió.
—A veces,  piensas las cosas antes de hacerlas y se nota en la manera en cómo a veces te quedas callada, como si te hubieses trasladado a otra parte para procesar la situación. Observas los detalles a tu alrededor y las describes con demasiada minuciosidad cuando hablas. Pero, por otro lado, también actúas sin pesar, especialmente cuando tu curiosidad supera tu sentido común.
Supe que estaba refiriéndose a lo que hice al seguir a Blas a la habitación.
—Eres demasiado curiosa, Marina —concluyó Killer —.Tu Osadía no está orientada en gozar de  nuevas experiencias. Está direccionada hacia saber qué hay detrás de cada situación peligrosa. Qué es lo que sigue.
Killer terminó como si esperara que me quedara callada.
Pero si creyó que solo los que formaron parte de Verdad dicen lo que piensan, se equivocó.
— ¿Sabes? Me acabas de describir a la perfección. Me recuerdas a cualquier amigo que tuve en Erudición.
Blas bufó, intentando esconder una risita.
—Tus descripciones observadoras son más de Erudición que de Verdad— dije yo.
Esperé que Killer frunciera el ceño y que se enojara conmigo. Sin embargo, alzó una media sonrisa. Una sonrisa sin significado alguno.
—Lo sé, Marina—suspira con profundidad y luego habla despacio—.Yo no estoy en Erudición porque...porque la apreciación  que los eruditos tienen de Verdad es poco favorable.
“Los eruditos nos decían, no en público por supuesto, que  Verdad era la menos importante de todas las facciones. Que nuestras labores eran prescindibles. Que nuestra facción desaparecería si no fuera por nuestra tradición como ciudad. Que éramos desechables.”
“Escuchar eso de la facción a la cual me había asignado la Prueba de Aptitud en ese primer instante fue devastador. ¿Deseaba yo pertenecer a una facción así, que puntúa de menos solo porque se le place? Podría haber elegido Verdad, pero no soy muy resiliente con las críticas de los demás, ni tampoco tengo las ganas de discutir todo el tiempo como sí pasaría con alguien que realmente quisiera pertenecer a Verdad.”
“Sin embargo, no estaba dispuesto a aceptar entrar a Erudición, donde los eruditos podrían recordarme mis orígenes y burlase de ellos. Quería leer miles de libros y ser inteligente, pero no quería ser manipulador ni orgulloso, como probablemente estén formando a los eruditos en este momento. Quería y quiero ser algo más que una persona llena de conocimientos.”
Escuché a Killer y no me sentí mal ni por sus opiniones ni por la forma en que él expresaba su secreto.  Me sentí...aliviada. Aliviada porque no era la única persona en el mundo que debía lidiar con un secreto así, que debía lucrar con una lucha contra su destino.
No soy rara. No estoy loca.
—Pero elegiste Osadía –—dije yo.
—Elegí Osadía porque tenía que elegir algo, ¿entiendes? Puede que no me gusten mucho los debates, pero tampoco me gusta fingir que todo estaba bien como para integrarme a  Cordialidad, ni tampoco soy tan dedicado a los demás como para ser parte de Abnegación. No me quedaba otra opción.
La voz de Killer se apagó. El resto y yo lo miramos con comprensión, viendo como él pasaba de un ceño fruncido a un semblante tranquilo.
Le rocé los nudillos. Tal vez eso lo haría sentirse mejor.
Él me miró ante mi toque y me preguntó:
— ¿Y por qué elegiste Osadía, Marina?
—Tú lo dijiste —le recordé—.Fue por curiosidad.



Hubo mucho que aprendí de mis nuevos amigos aquella noche, más incluso de lo que habíamos compartido en los dos últimos días.
Toris me contó que su hermano mayor, Douglas, trabaja en la Sala de Control, con las computadoras. Douglas le había enseñado, solo por aburrimiento, lo básico sobre los programas computacionales, lo cual despertó mucho su interés en ello y en el ensamblaje. Su mejor demostración sobre su aprendizaje con las computadoras fue el primer día de la Iniciación, cuando logró acceder a la computadora de su hermano y aislar, a espaldas de él,  las cámaras durante  largo tiempo por las noches, todos los días, en el mismo intervalo de tiempo. Eso significaba que, en ese instante, la cámara figuraba como si el salón en el que nos encontrábamos estuviera vacío.
Extraordinarias habilidades eruditas para alguien que ha nacido en Osadía y que se ha propuesto a quedarse allí.
Killer, por su parte, me compartió otro secreto: trajo consigo una enorme caja polvorienta y cuando la abrí, descubrí que sus menciones de personajes mágicos no venían de un libro de historia o algún libro para niños. Ahí adentro, habían libros muy extraños; todos estos tenía un título y el nombre de alguien, y casi todos tenían en la parte superior la palabra best – seller.
— ¿Qué se supone que es un best-seller? —pregunté, muy intrigada.
—No lo sé. La verdad es que no tiene sentido—me respondió Killer, rascándose la cabeza.
No tiene sentido porque los libros no se venden en la ciudad; te los dan en la escuela o, en el caso de ser un erudito, tienes el privilegio de acceder a una enorme biblioteca y coger uno, pero no recuerdo haber leído el nombre de una persona debajo de algún título. Se supone que es quien lo escribió, pero dudo mucho que una sola persona sea capaz de escribir sola un volumen semejante de libro.
— ¿Dónde los encontraste?
—En un edificio abandonado, cerca de la Alambrada —me contestó.
— ¿Cómo...? —comencé pero Blas me detuvo.
—Comprenderás que no todos estos cacharros los encontramos aquí, ¿verdad?
Me quedé muda. ¿Realmente se habían ido a buscar aventuras...afuera?
—Lo mejor de todo son estos —comentó Toris mientras sacaba unas cuantos cuadrados de plástico que estaban escondidos a los costados de la casa.
Alcé la mirada y reconocí los objetos como cajas de discos. Había visto muchas de esas en la clase de computación de la escuela, pero nunca había tenido en mis manos unos que tuviesen dibujos estrambóticos en la portada. Nombres extraños me saltaron a la cara.
—Esto es...
— ¡Música! —exclamó Toris en voz baja.
— ¿Música? ¿Como en Cordialidad?
Blas hizo un sonido jocoso.
—En Cordialidad, mi querida Mar, no se toca música tan...chocante.
—No, claro no —bufó Toris —.En Cordialidad solo hay música aburrida.
—No me quites mi papel del Veraz del grupo —agregó Killer con una sonrisa.
Toris sacó un objeto redondo de color plateado. Pulsó un botón y una liviana tapa se levantó para mostrar un espacio donde podía encajar perfectamente uno de los discos. Seleccionó uno cualquiera y lo introdujo en la pequeña máquina; esta comenzó a hacer un pequeño ronroneo. No me di cuenta  de que desde la máquina salía dos extensiones negras y que Toris me estaba colocando una de ellas en mi oído izquierdo. Yo di un respingo.
— ¡Quieto! ¿Quieres pasarme electricidad?
—Esto no es un cable, mujer. Póntelo.
Lo hice y escuché, maravillada, cómo el sonido pasaba por el cable y terminaba en mi oído.
Escuché instrumentos que jamás había oído en mi vida y la voz que acompañaba era tan contrastante con los cantos de Cordialidad, pero aun así era relajante. La letra se me pegó al punto a que comencé a tararearla después.
I know why you wanna hate me
I know why you wanna hate me
I know why you wanna hate me
Cause hate is all the world has even seen lately…
— ¡Esto es increíble, Toris!
—Esta canción es mi favorita de todas—me dijo él, orgulloso.
—Las cosas que uno encuentra cuando sale a investigar —dijo Killer mientras ojeaba uno de los libros que tenía una portada con el dibujo de un león—. Salvar todo esto fue un milagro; los Sin Facción lo usan para prender sus hogueras.
Pasaron los minutos. Killer había guardado la caja con todos los libros y los discos, y todos reanudamos nuestra atención en los prototipos de las armas.  Fui de gran utilidad, pues, luego de una hora de armar y desarmar piezas, logramos poner en funcionamiento una especie de pistola eléctrica. Toris la tuvo en su poder y la probó en Blas, quien cayó adolorido. Dijo que no estaba seguro si la pistola funcionaba correctamente, por lo que su blanco recayó en Killer. Yo me reí, nada más.
Luego de haber estado probándola una y otra vez, y ver a los chicos tranquilos, pregunté:
— ¿De verdad aman esto? ¿Diseñar, armar, probar máquinas?
Killer me dedicó una sonrisa complaciente.
—Claro que sí.
No sabía si sonreír o llorar. Ya no me sentía sola en el mundo.


La peor parte llegó después: regresamos a nuestras habitaciones tarde, dormimos muy poco y despertarse temprano fue un calvario, al menos para mí.
Aquel día era el principio de la segunda fase. Los Iniciados nacidos en Osadía y nosotros nos juntamos  a partir de entonces. El nerviosismo, la zozobra y la curiosidad nos acompañaban todo el tiempo.
Fui la penúltima del grupo en entrar; la última fue Becca. Los demás se habían ido, pero yo me quedé esperándola, porque ella era la única persona con la que podría hablar después del horrible susto que suscitó la visión de mi primer miedo. Esperaba, tal vez, que ella no la llevara peor que yo, pero cuando salió de la habitación supe que me equivocaba.
Caminamos  con dirección al comedor, andando con un preocupante silencio. Conocía a Becca lo suficiente como para darme cuenta que había algo más que un simple trauma del miedo.
 Aún en los momentos más difíciles, Becca hacían preguntas hasta de las cosas más inútiles.
—Marina —me dijo ella en un hilillo de voz, luego de un rato.
— ¿Qué ocurre, Becca?
—Mi miedo en la simulación fue ser Sin Facción.
—Oh —comenté —.Creo que es un miedo que todos podríamos tener...
—No —me dijo ella, de forma cortante —.No entiendes.
— ¿Qué no entiendo?
Becca suspiró con pesadez. Me miró y, por un momento, la desconocí.
—Estoy en lugar equivocado.
— ¿Por qué dices eso?
Becca volvió a suspirar. Caminábamos con más lentitud, haciendo el camino al comedor más lejano.
—Tenía tres hermanos en Cordialidad.
¿Tenías?—pregunté, atónita.
—Sí, Marina, tenía.
“El mayor  era Renzo. Yo era la segunda, con solo tres años menos que él.  Mis hermanos menores, Álvaro y Christian, eran cuatro y tres años menos que yo.”
“Renzo no era un cordial típico. Se la pasaba la mayor parte del tiempo en el invernadero, estudiando las máquinas filtradoras de agua y si salía al campo era para comparar las plantas y los insectos con los especímenes que había en su libro. En vez de tocar música, cantar y bailar como el resto de cordiales, Renzo prefería ir con los mayores y escuchar sus consejos. Aprender de ellos.”
—Un erudito encerrado en Cordialidad —dije yo.
—Así es. Él expresó su deseo de ser parte de Erudición, y mis padres no pusieron objeciones al respecto. Ellos solo querían verlo feliz.
“Su prueba de aptitud arrojó Erudición, por supuesto. Él estuvo contento y en la Ceremonia de Elección derramó su sangre en el agua. Todo iba bien, Renzo estaba donde quería estar, entregó todo su esfuerzo para ser parte de los eruditos....”
Becca se detuvo a mitad de camino. Por unos segundos, creí ver su tristeza, y yo no sabía qué hacer al respecto. Sin embargo, ella tomó aire y continuó:
—Él no pasó la prueba.
— ¿Por qué? ¿Su CI no era muy alto?
Sé que las pruebas de Iniciación en Erudición consiste en exámenes escritos, intervenciones orales frente al líder de facción y, por supuesto, un proyecto que presentar.
—No obtuvo un alto puntaje en sus pruebas. Los eruditos postularon  que mi hermano  no era lo suficientemente inteligente para ser parte de su facción. Prácticamente, le dijeron que era un estúpido.
—Oh —murmuré —.Entonces, Renzo pasó a ser Sin Facción y tú, ahora, temes que te suceda lo mismo que él.
—No creo que me suceda lo mismo que a él —me dijo.
No entendí lo acababa de decirme hasta que completó la frase:
—Él se suicidó.
Tragué duro.
—Yo... no lo sabía —dije yo, algo tocada —. Lo lamento muchísimo, Becca.
Hubo un breve silencio. No nos movimos de nuestro lugar en el pasillo; esperé a que Becca se recompusiera y  también a que yo procesara lo que me había dicho: que la vida de mi amiga cordial no siempre fue tan armoniosa.
—Eso no es todo —continuó Becca con voz seca.
— ¿Qué quieres decir?
—Renzo no era el único de la familia con inclinaciones hacia Erudición.
Entonces, todo hizo clic en mi cerebro.
—Tú...
—Yo obtuve el mismo resultado que mi hermano en la Prueba de Aptitud —me dijo ella—.Estaba inclinada  a las máquinas y a la botánica tanto como mi hermano. Me gustaba leer como mi hermano. Él me inculcó sus conocimientos y yo lo seguí, incluso más después de que él muriera.
—Pero te veo aquí —le objeté, un poco aturdida por todo.
—Me ves aquí —dijo Becca, más seria como nunca la había visto —porque si mi hermano no pudo pasar esa prueba, ¿realmente yo tenía esas posibilidades? Era imposible. Renzo siempre fue la persona más inteligente que yo había conocido y yo no podía superarlo. Tenía miedo, claro, tenía miedo de ser Sin Facción, pero más tenía miedo de desear estar muerta como él también lo quiso. Por otro lado, también siento rencor hacía los eruditos. En parte, siento como si ellos hubiesen matado a mi hermano.
Me quedé muda. Rememoré mi discusión con Ella, sobre la infalibilidad de la Prueba de Aptitud. Renzo intentó ser parte de Erudición un año antes de la remodelación de la Prueba. Entonces, ¿su caso era uno de los tantos que Erudición intentaba evitar? Tuve una idea de cómo podría contestar esa pregunta: los eruditos que aún  mantenían nuestros antiguos principios querían evitar esos casos; los que seguían a Jeanine...no lo creo.
Quise cambiar de tema: ya no quería hablar  de asuntos penosos.
— ¿Te caí bien cuando supiste que yo provenía de Erudición? —pregunté con inocencia.
Finalmente, Becca se rio. Pude ver su lado cordial de nuevo.
—Cuando me dijiste que eras de Erudición, te detesté los primeros diez minutos —me dijo ella con un tono nada aprensivo —.Pero después me dije: “Si ella está aquí es porque Erudición no es tan perfecta como parece”.
—Efectivamente— le guiñé el ojo.
Ya estábamos más relajadas cuando nos encontrábamos cerca al comedor. Empero, una duda muy grande se me presentó antes de llegar.
— ¿Becca?
— ¿Sí?
— ¿Por qué elegiste Osadía?
Becca tardó unos segundos en contestar.
—Un acto de rebelión de mi parte.
Sonreí.
—En tal caso —dije con el tono más alegre posible —, espero que no te importe tener una larga conversación con los chicos.


CC by 4.0


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