Capítulo 1





Night Swimmers
Foals

—¿Listos? —pregunto, emocionada.
—¡Estamos listos! —responde Becca.
—¡Más que listos! —se une Blas.
—¡Súper-archi-mega-listos! —ríe Toris.    
—¡Nunca he estado más listo en mi vida! —grita Killer, alzando los puños.
El sol calienta el ambiente con tímidos rayos. El viento azota nuestros cabellos, aun cuando el balcón en el que nos encontramos no está a más de tres pisos de distancia del suelo. Abajo, en la avenida, un autobús repleto de gente está detenido frente a un semáforo destartalado, cuya luz roja apenas funciona. No falta mucho para que cambie a verde.
El techo del vehículo  está exactamente debajo de nosotros.
—¡Aquí vamos! —grito, extasiada, en el mismo  instante en que salto hacia adelante. Mis palabras se alargan y los gritos de alegría de mis amigos las acompañan.
Aterrizamos de rodillas en el techo del autobús justo cuando la luz del semáforo cambia.
El bus se mueve y comienza a avanzar a una velocidad  que no es demasiado rápida. Ya de rodillas, me echo boca abajo, estiro mis piernas hacia atrás  y extiendo mis manos a cada lado, de manera que me aferro a los bordes del vehículo. Mis amigos están detrás de mí, en la misma posición: primero Becca, con Blas  a su lado y sosteniéndola de la cintura; luego, se encuentra Toris y, al final, Killer. El bus es lo suficientemente largo como para que podamos formar una hilera humana.
Sonrío al ver tras mi hombro el rostro rebosante de Becca. Su miedo a la velocidad aún se mantiene, por lo que las primeras veces que hicimos esto  fue difícil para ella. Sin embargo, el hecho de que nosotros estemos con ella, de que Blas esté con ella, cambia la situación. Sabe que nos gustan las actividades temerarias, pero tomamos precauciones y nos protegemos entre nosotros.
Todos aullamos encandilados mientras sentimos las brisas de aire estallando en nuestros rostros y la adrenalina pura que se esparce a través de nuestros órganos.
Luego de un rato, Killer aprovecha otro semáforo en rojo y se pone de pie.
—Un cambio de escenario no estaría mal, ¿a qué no? —nos sugiere.
A continuación, salta desde la parte de atrás del autobús y el resto de nosotros le seguimos.
En la pista, detrás del autobús, están los carros particulares de los eruditos y los veraces.
A medida que cada  uno salta fuera del autobús, el otro corre por un costado y se sube a uno de los tejados de los vehículos, intentando pasar desapercibidos para los conductores. Yo salto al último, y corro a toda velocidad  hacia la parte trasera de un auto. Con sigilo, me subo al techo y me mantengo de rodillas, mientras me sostengo por los costados.
Los autos avanzan y nosotros volvemos a disfrutar de su suave movimiento.
Luego de varios minutos, toda esta aventura acaba de la misma forma de siempre: los autos se detienen  en cierto punto y  los conductores, ya sean eructitos o despiadados,  salen a llamarnos la atención. Antes de que cualquier discurso sobre la moral y el respeto salgan de sus bocas, mi grupo y yo nos escabullimos a nuestra manera, de la manera en que los miembros de otras facciones jamás podrían alcanzarnos.
Por supuesto, cuando nos damos el encuentro en una calle alejada de la avenida, reímos sin parar de nuestras ocurrencias.
Es maravilloso ser osado.


Han pasado casi tres años desde nuestra Iniciación. Mi vida y la de mis amigos cambiaron radicalmente desde entonces.
La vida en Osadía se volvió fácil cuando nos adaptamos a su sistema. A medida que pasaron los años, nos parecíamos más a los osados, y nos descamuflábamos de nuestras anteriores costumbres.
Somos miembros íntegros en la comunidad de Osadía: nos divertimos, usamos sus  jergas y participamos en los eventos importantes que consisten básicamente en presenciar la Prueba Final de los nuevos iniciados, apoyarlos y apostar por ellos. Participamos fielmente a las actividades organizadas por otros miembros, como  escalar edificios o la tirolesa.
No hay muchos nuevos acontecimientos en estos últimos años.
Ha habido muchos velorios durante este tiempo, pero, tal como nos había advertido Toris hace tanto tiempo atrás, la muerte en Osadía es demasiado común. Los accidentes y los suicidios han ocurrido demasiadas veces, pero solo ha sido cuestión de acostumbrarse. El primer y único velorio al que asistimos fue el de Amar, nuestro instructor en la Iniciación. No habíamos llegado a una relación cercana con él, pero es chocante el hecho de que alguien a quien conoces fallece de forma tan repentina, sin ninguna explicación.
Por otro lado, Erudición mantiene su misma postura aberrante y desgastante. Eso se demuestra mucho en lo férreo que está volviéndose su odio hacia Abnegación, en cómo los acusa de actos tan impropios  a la vida condescendiente.
Ahora mismo, su nuevo enfoque se encuentra en las constantes transferencias de los abnegados hacia otras facciones. Eso me hace reír: Erudición critica un problema que su propia facción tuvo hace varios años y aprovecha que la memoria de muchos es corta para continuar con sus especulaciones. Mis amigos y yo, sin embargo, no lo hemos olvidado.
Lo más  interesante de todo esto fue que tuvimos nuestro primer abnegado transferido hace dos años, un acontecimiento que no había pasado hacía décadas. Lo recuerdo muy bien porque Killer y yo apostamos: yo  en su contra; mi amigo, a su favor. Para nuestra sorpresa, Cuatro —como se hacía llamar el estirado— llegó en primer lugar. Perdí una cantidad considerable de puntos por su culpa. Me imagino que Cuatro debe haberse pasado toda su vida saltando y corriendo mientras lavaba los platos y cocinaba.
Hablando ya de nosotros, los piercing y los tatuajes se han vuelto parte de nuestro cuerpo: Toris se ha colocado tres nuevos piercing de forma redonda en su ceja izquierda, mientras que Killer tiene uno nuevo, redondo y plateado, en su labio inferior. En cuanto al asunto de los tatuajes,  mis amigos  han decorados sus cuerpos con diversas simbologías que personalizan sus miedos o sus antiguas pasiones.
Mi cuerpo no ha tenido muchas modificaciones. No me he hecho ningún piercing, pero accedí hacerme unos cuantos tatuajes. Mi brazo derecho está decorado con un espiral formado por el agua y el fuego, dos elementos que son parte de mis miedos. Hace poco me tatué, entre mis omóplatos, el ojo de Erudición, representando mi pasado y la vida que dejé atrás. En mi pecho, en la intersección de mis senos, están tatuadas las llamas de Osadía,  simbolizando mi presente y la vida que está por venir.
Por el momento, Becca es la única que sabe la existencia de estos  dos tatuajes. De saberlo mis amigos hombres, ellos me estarían mandando indirectas acerca de un tercer ojo que está cuidándome las espaldas y de la forma tan excitante que mis senos acunan el símbolo osado.
Vivir con mis mejores amigos —como lo hacen la mayoría de osados antes de casarse— es bellamente estresante. Hemos convivido con nuestros propios desórdenes durante bastante tiempo que ya es costumbre para mí encontrar los calcetines de Blas debajo del sofá o los platos sucios de Killer encima de su pila de libros.
El ámbito sentimental es el más odioso de recapitular.
Me gustaría poder decir que mi vida amorosa es como la de Becca: correspondido, sincero y lleno de besos apasionados alrededor de toda nuestra pieza, hecho que a Killer  le revienta la paciencia. No falta mucho —opino yo— para que Blas y Becca decidan irse a vivir por su cuenta, por no decir que sospecho que ya está todo listo para eso. La verdad es que voy a extrañar a Becca en sus dos presentaciones: como mi mejor amiga y como mi despertador andante. 
Por lo menos, mi vida sentimental no está como la de Killer. Él es consciente de que es atractivo, en cierto modo, pero es demasiado renuente a llevar una vida pasional. Muchas chicas han estado detrás de él, no para relaciones formales precisamente, pero… es como si Killer no tuviese hormonas. Toris ha estado fastidiándolo con eso y mi natural ojo crítico parece haber encontrado el problema: Killer jamás se ha sentido atraído por alguien en su vida. 
Toris y yo no tenemos ese equilibrio que el resto de nosotros tiene.
Parejas ocasionales. De eso se trata.
Ambos nos hemos envuelto con diferentes parejas durante todo este tiempo. Es más sencillo de lo que parece: encuentras a alguien que te gusta, le gustas a ese alguien, llegas al flirteo y al besuqueo momentáneo, y… bueno, todos necesitamos momentos de placer en nuestra vida.
Toris triplica el número de parejas ocasionales que yo he tenido. Muchas chicas han terminado encaprichándose con él y, aunque Toris deja en claro que su interés no dura más de una noche, sus ligues a veces se vuelven tediosos. Le he dicho muchas veces de que no abuse de su suerte con las mujeres, pero no hay forma de hacerle entrar en razón.
Yo no he tenido muchos problemas con mis parejas, aunque algunos han intentado pasarse de la raya. No es nada grave: para eso tengo a Toris. Cualquier intento de acosamiento es solucionado con un recordatorio nada amistoso por parte de Toris y el resto de mis amigos.
De verdad, estoy tratando de buscar algo mejor que noches orgásmicas. Si tengo que ser miembro de Verdad por unos cuantos segundos, ninguno de estos torpes y decepcionantes tipos con los que me  he ligado me ha hecho sentir lo que alguna vez sentí allá por mis años en Erudición.
Espero no estar en busca de alguna especie de milagro que sé que nunca va a suceder.



Chemical Warfare
Dead Kennedys

Y aquí vamos de nuevo.
Una nueva iniciación comienza con nuevos miembros que desearía que no fueran dedicados a la fuerza bruta como los últimos iniciados que han entrado a nuestra facción. Y, por supuesto, un nuevo Día de Visita en el que no recibo ningún saludo por parte de mi familia erudita.
Vaya sorpresa.
En el día de la Prueba Final, no hemos hecho apuestas por los iniciados —con “nuestros nuevos juguetes”, como diría Blas. Hemos dado gritos de apoyo al azar, solo para animar ligeramente a los posibles nuevos miembros de nuestra ya enloquecida facción. La mayor sorpresa en esta nueva selección se la lleva una chica menuda, delgadita y ex – estirada que aún anda en carrera, a pesar de que su anatomía no le favorece. Por lo menos el otro estirado tenía cuerpo.
Pero quién sabe. Con mi experiencia con el anterior estirado, decido no apostar. Dudo muchísimo —tanto o más que el cielo entero por el que supongo  me pusieron mi primer nombre— que esta chica logre obtener un puesto alto como Cuatro, pero prefiero no arriesgarme. Últimamente, las cosas  están careciendo de lógica: la imposición de un nuevo sistema de Iniciación, las acusaciones hacia Abnegación, tener como líder a alguien menor que yo , poco apto para el cargo... pues sí,  la lógica se ha tomado unas buenas vacaciones.
—Hombres y mujeres  —mis ensoñaciones son interrumpidas por Toris—. Creo que será conveniente que nos movamos. Esto va a terminar patas arriba.
Han pasado poco más de una de las dos horas anteriores a los resultados, y lo sé porque el comedor se está atestando de gritos, y risotadas. En algunos instantes más, los resultados saldrán a la luz y el ambiente se volverá mucho más cargado.
—¿No vamos a apostar por uno siquiera? —pregunta Killer.
—¿Apostar por algunos de estos rómpelo-todo? —cuestiona Toris, alzando su voz— ¡Bah, hombre! Prefiero apostar por tu virginidad. ¡Tendría las de ganar!
—¿Por qué mejor no apostamos por cuántas chicas iniciadas te vas tirar este año? —Killer le pasa el brazo por el hombro y le sacude el cabello con su mano libre—. El año pasado acerté ¡Tal vez acierto este año!
 Toris se ríe con estruendo y juega a las luchitas con Killer.
—¿Qué estamos esperando? ¡Larguémonos! —grita Blas.
Blas le toma de la mano a Becca y se pone de pie. Dos segundos después, también lo hacemos Killer, Toris y yo, en esa sincronía a la que ya nos hemos acostumbrado. Becca se pone a mi lado y, con su mano restante, se apoya en el doblez de mi codo.
El bullicio es tremendo. Avanzamos entre el gentío con mucho esfuerzo. Nos cuesta bastante salir de la muchedumbre pero finalmente lo logramos.
Caminamos hacia el exterior.
—No he tenido  suerte para encontrar nuevos libros en mis últimas vigilancias —comenta Killer, ofuscado.
—¿Sólo has hallado las cenizas? —le pregunta Toris con una risotada.
Killer ignora la reacción de Toris.
—Sin Facción debería tener una mejor manera para distraerse, además de formar fogatas. Llorar su suerte, por ejemplo.
Puedo sentir la tensión de la mano de Becca en mi codo.
—Qué lástima que nosotros no estemos llorando con ellos —replica ella, con ácido en la voz.
Killer entorna los ojos. Acaba de recordar.
—Lo siento Becca —se disculpa—. No pretendía sonar insensible.
—Es por ti que la sensibilidad está representada en un bloque de cemento —le dice Blas.
—Ya oyeron a Femo —anuncia Toris—.Ya saben quién no está en Erudición.
Yo me rio y los demás me siguen la corriente. A los pocos segundos, Becca está sonriendo. Sabe que  las disculpas de Killer son honestas.
No tarda mucho en escucharse la algarabía que invade el comedor, aun cuando nosotros estamos ya lejos de allí. No me he perdido la emoción de las dos anteriores iniciaciones, pero, por alguna razón, quiero perderme esta. Prefiero alejarme de Osadía por unos momentos y salir con mis amigos a donde nos guíe el azar.
Sin importar cuánta gente haya conocido en mi facción, siempre los voy a preferir a ellos.
Ya nos hemos alejado del Complejo de Osadía y caminamos hacia el sur. En nuestro camino, nos topamos con un alto edificio abandonado. Yo miro la altitud del edificio y noto que mis amigos también están viéndolo con esa misma mirada de curiosidad.
Ni siquiera tenemos que preguntarnos entre nosotros. Pongo mi pie en una de las hendiduras y el resto me sigue.
Estamos escalando.
Nos desplazamos con ayuda de las salientes y las ventanas huecas que posee la estructura. Nadie se detiene ni deja escapar un suspiro de cansancio.
Ya hemos pasado ochos pisos de altura y no nos detenemos. Durante el resto del camino, algunos de nosotros  se tropiezan con algo, pero somos lo suficientemente ágiles para sostenernos. Ninguno le tiene miedo a las alturas y, más que asustarnos, tenemos las fervientes ganas de llegar más alto, mucho más alto.
Estamos hechos para hacer esto.
Al final, en el décimo sexto piso, nos espera  un grueso bloque de cemento que nos permite sentarnos al filo de la enorme distancia que nos separa del suelo. Desde aquí, con mi vista hacia el norte, se ve una delgada línea gris, cerca del horizonte.
La Alambrada.
Me quedo de pie, al borde del edificio, dejando que el aire golpee mi cuerpo. Pronto, mis amigos llegan y también se quedan de pie, a mi lado, mirando hacia la distancia.
Luego de un largo rato, oigo a Killer suspirar a mi izquierda.
—No hay un solo día —dice, con aire de pena —en que no espere que algo o alguien venga de afuera.
—¿De verdad habrá algo allá fuera? —pregunto, dubitativa.
—Seguramente solo hay colinas, montañas, caminos interminables… y más colinas y más montañas. Nada interesante —comenta Blas.
—Quién sabe —comenta Toris con aire despreocupado, mientras se sienta—. Capaz sí haya dragones, hipogrifos y demás.
Sonrío. Me siento, con los pies colgando por un rato y luego me echo sobre el filo  y mi cabeza termina en el regazo de Toris, quien ha estado a mi derecha durante todo este tiempo. Comienzo a jugar con mi pelo a modo de distracción.
—¿Y si hay otras personas? ¿Seres humanos como nosotros? —pregunta Becca, quien está a la derecha de Toris, al lado de Blas.
—Ya habrían venido a buscarnos —dice Blas, de forma relajada. Con la periferia superior de mis ojos, puedo ver que le toma la mano a Becca mientras que ambos se sientan. Al rato, ya están besándose.
Killer sigue mirando hacia el frente, pensativo.
—O no nos quieren buscar —concluye, triste.
—¿Y qué importa eso? —dice Toris, mientras me hace cosquillitas en el cabello—. Lo esencial es que estamos juntos. No necesitamos de nadie más, mucho menos de los mounstritos que deben estar correteando allí afuera.
Killer sonríe un poco y se sienta, al igual que nosotros. Yo me incorporo del regazo de Toris y vuelvo a vislumbrar la lejanía.
Es una simple línea que se mezcla con el ambiente, pero, en estos momentos, pareciese que fuese algo más.
Pareciese que estuviese desapareciendo.
Luego, me doy cuenta que solo es el sol, bajando con lentitud y brillando por última vez antes de irse por completo, dando paso a la noche.


Ya se ha hecho tarde, por lo que bajamos del edificio con cierta rapidez, antes de que nos alcance la oscuridad.
La conversación casi melancólica de hace un rato se ha esfumado. Entre Killer y Toris se las han arreglado para obligar a Blas a bajar más rápido, de modo que cuando él llega a una altura de tan solo dos pisos, los otros dos lo empujan con fuerza y Blas termina  cayéndose  de trasero. Becca no puede hacer otra cosa más que reírse conmigo, mientras que Blas se va a perseguir a los otros dos.
De camino a Osadía, nos enfrascamos en una cómica carrera en la que Becca y yo nos hemos subido a las espaldas de Blas y Toris, respectivamente, ambos echándose a correr, con nosotras a cuestas. Killer se adelantó hacia la entrada para improvisar el papel de jurado. Toris y yo llegamos primero, dejando un buen trecho de distancia entre los otros dos y la emoción de nuestra insignificante victoria es tan desbordante que dejo que Toris me cargue y me dé vueltas por unos instantes.
Seguimos riendo mientras nos adentramos al complejo hasta el instante en que nos cruzamos con una pareja de osados, que podrían pasar desapercibido si no fuera porque quien lidera la marcha nos dirige una mirada con sumo interés.
—Saludos. —Eric nos dedica una sonrisa  aparentemente amable, pero le sale demoníaca.
Siento como si mis amigos y yo hubiésemos estado cargando globos y todos hayan sido pinchados al mismo tiempo. Eric nos dedica a los cinco una mirada penetrante. Está acompañado por una chica de cabello azul, quien sostiene una caja negra.
—Qué pertinente encontrarlos ahora —dice, como si hablásemos con él todos los días—. Hemos estado realizando una repartición muy importante y no queremos que ustedes se la pierdan.
Dicho esto, saca de la caja unas cinco jeringas.
—¿Qué se supone que son esas? —cuestiona Killer.
—Inyecciones con localizadores —nos informa Eric—. Un obsequio de Erudición.
Esa palabra activa todas las alarmas entre nosotros.
—¿Cómo para qué, ah? —pregunta Blas con inocencia. Está claro que está escondiendo el temor en su voz.
—Un localizador —explica Eric con un tono de voz que reconozco de inmediato: el tono profesional de los eruditos— sirve para detallar la ubicación exacta de una persona, con el objetivo de encontrarla. En este caso, el localizador se encuentra en forma de transmisor que se introducirá en sus torrentes sanguíneos y solo se activará en caso de que alguno de ustedes no pueda ser localizado.
—¿No le parece que esta ciudad no está lo suficientemente habitada como para que nos perdamos? —pregunto, sin pensar.
Sé de inmediato que acabo de cometer un error muy grande.
O tal vez no. Mi pregunta podría haberla planteado un erudito, pero el tono que he empleado la amolda al lenguaje osado.
Eric me dedica una mirada muy prolongada. Puedo sospechar que está debatiendo entre insultarme o dejarlo pasar.
Lo deja pasar.
—Es de uso obligatorio —dice.
—Bueno, bueno. Si es así, entonces no hay pero que valga, ¿no? —dice Toris, lo más relajado posible— ¡Ah! Por cierto, ignore a mi amiga. Está tratando de hacer la conversación más larga de lo normal porque tiene miedo de que el líquido la haga vomitar, ¿verdad, mujer?
Estoy a punto de dedicarle una mirada asesina a Toris, pero me contengo.
Voy a dejar que Eric piense que eso es verdad.
—Me doy cuenta —dice él—. Pero no se preocupen por eso. Sé que se han registrado casos  recientes en los cuales  los sueros han producido efectos secundarios, pero les aseguro que Erudición ha mejorado sus fórmulas.
Llevo escuchando ese cuento desde que Erudición dejó de ser Erudición.
—Muy bien —Eric ajusta la primera jeringa—. No perdamos más tiempo.
De forma inesperada, Eric clava la aguja en mi cuello.
No la vi venir, por lo que el dolor se intensifica a medida que el líquido pasa por mi sistema. Me muerdo el labio, intentando no lagrimear.
Sin decir nada más, Eric pasa con las otras jeringas hacia mis amigos, pero se toma la molestia de pasar una toallita antiséptica a cada uno,  procedimiento que no ha hecho conmigo.  La última en ser inyectada es Becca, cuya resistencia se evidencia en sus ojos.
No quiere nada de Erudición en su vida y mucho menos en su sistema.
Igual que al resto de nosotros.
—Muchas gracias a todos ustedes —dice Eric, de un modo para nada reverencial.
El lugar donde fui pinchada duele horrible. Cuando Eric pasa por mi costado, camina con lentitud y habla con un susurro agrio hacia mi oído:
—Será mejor que te aprendas tu papel de subordinada lo más pronto posible.
Se va y la chica de la caja negra lo sigue como un perrito. Yo me quedo allí, mirándolo, porque sé que lo que acaba de decirme podría ser una muletilla de un erudito perfecto con mucha facilidad.
Estúpido erudito.
Por lo menos, yo ya me aprendí mi papel de osada.


En casa, Blas se toma el trabajo de observar mi herida. No es grave, afirma él, pero la forma tan violenta como se me inyectó ha formado una herida que podría infectarse. Para evitarlo, Blas me ha realizado una pequeña costura y una desinfección. Por el momento, ya no me duele mucho.
—Deberíamos acusarlo por esto —dice Blas, muy serio.
Todos estamos en nuestra sala, sentados en los sillones. Blas ha terminado y está guardando sus implementos médicos.
—Fue culpa mía —digo, desganada —. Fue muy estúpido de mi parte cuestionarlo de esa forma tan abrupta.
—No te culpamos —opina Killer—.Todos nosotros también teníamos nuestras dudas.
Becca emite un pequeño bostezo. Parece que el sueño de Becca es contagioso, ya que Blas comienza a achicar los ojos.
—Me voy a dormir —dice Becca, mientras otro bostezo se apodera de su boca. Se estira con dramatismo a medida que se levanta del sillón y le lanza a Blas una mirada llena de significado. Nos desea las buenas noches y desaparece hacia el pasillo de las habitaciones. Blas hace exactamente lo mismo luego de unos veinte segundos.
Tres minutos después,  Killer también se va.
Solo quedamos Toris y yo.
 —Un día de estos —me dice él, de repente —, voy a jugarle una broma pesada e inolvidable a ese maldito cara de oreja de Eric. Rociar su cama con pimienta o reventar su computadora no estaría mal.
Me rio en voz baja.
—Te meterás en problemas —le recuerdo.
—Me aseguraré que no sepa que fui yo. —Me guiña el ojo.
Sonrío con malicia.
—Si lo haces con éxito, te habrás ganado un beso mío. En la boca —digo, manteniendo mi sonrisa.
 —¿De verdad?
Me pongo de pie y en dos pasos estoy frente a él.
Le escruto una mirada con detenimiento…
…y le doy un rodillazo en las costillas.
—¡Por supuesto que no! No quiero terminar  babeada con los gérmenes de todas las chicas que han introducido sus lenguas y quién sabe qué más dentro de tu bocaza.
 Él se ríe y aleja mi rodilla de su cuerpo.
—Bueno, yo tampoco quiero besar a todos tus chicos al mismo tiempo.
Bufo.
—Realmente desearía que le hicieses una broma a ese tarado.
—Dalo por hecho —me dice.
Doy un saltito y le doy un abrazo que él corresponde.
Me siento feliz de tener a Toris como mejor amigo. Es el hermano mayor que nunca tuve, el que me hace reír y, al mismo tiempo, el que me protege. No me siento mal pensar que Toris es mucho mejor  hermano que Ella, porque es la verdad.
Toris bosteza.
—A dormir —comenta.
Me separo de él y me sorprendo al darme cuenta que yo también estoy bostezando.
Toris camina hacia el dormitorio que antes era de Blas, pero que ahora es nuestro pequeño depósito y su dormitorio provisional durante los fines de semana, los días en los que se queda con nosotros.
Mi amigo me mira antes de entrar.
Adiós, mujer. Dulces sueños.
—Adiós, Toris. Dulces sueños para ti también.
Toris cierra la puerta.
Cuando llego a mi cuarto, no me tomo la molestia de taparme. Me tiro a mi cama y me ovillo, mientras  que mis ojos ceden al sueño.
Un sueño sin sueños.

Comentarios

Popular Posts

Capítulo 7