Capítulo 1
Night Swimmers
Foals
—¿Listos? —pregunto, emocionada.
—¡Estamos listos! —responde Becca.
—¡Más que listos! —se une Blas.
—¡Súper-archi-mega-listos! —ríe Toris.
—¡Nunca he estado más listo en mi vida! —grita
Killer, alzando los puños.
El sol calienta el ambiente con tímidos rayos.
El viento azota nuestros cabellos, aun cuando el balcón en el que nos
encontramos no está a más de tres pisos de distancia del suelo. Abajo, en la
avenida, un autobús repleto de gente está detenido frente a un semáforo
destartalado, cuya luz roja apenas funciona. No falta mucho para que cambie a
verde.
El techo del vehículo está exactamente debajo de nosotros.
—¡Aquí vamos! —grito, extasiada, en el
mismo instante en que salto hacia
adelante. Mis palabras se alargan y los gritos de alegría de mis amigos las
acompañan.
Aterrizamos de rodillas en el techo del
autobús justo cuando la luz del semáforo cambia.
El bus se mueve y comienza a avanzar a una velocidad
que no es demasiado rápida. Ya de
rodillas, me echo boca abajo, estiro mis piernas hacia atrás y extiendo mis manos a cada lado, de manera
que me aferro a los bordes del vehículo. Mis amigos están detrás de mí, en la
misma posición: primero Becca, con Blas
a su lado y sosteniéndola de la cintura; luego, se encuentra Toris y, al
final, Killer. El bus es lo suficientemente largo como para que podamos formar
una hilera humana.
Sonrío al ver tras mi hombro el rostro rebosante
de Becca. Su miedo a la velocidad aún se mantiene, por lo que las primeras
veces que hicimos esto fue difícil para
ella. Sin embargo, el hecho de que nosotros estemos con ella, de que Blas esté
con ella, cambia la situación. Sabe que nos gustan las actividades temerarias,
pero tomamos precauciones y nos protegemos entre nosotros.
Todos aullamos encandilados mientras sentimos
las brisas de aire estallando en nuestros rostros y la adrenalina pura que se
esparce a través de nuestros órganos.
Luego de un rato, Killer aprovecha otro
semáforo en rojo y se pone de pie.
—Un cambio de escenario no estaría mal, ¿a qué
no? —nos sugiere.
A continuación, salta desde la parte de atrás
del autobús y el resto de nosotros le seguimos.
En la pista, detrás del autobús, están los
carros particulares de los eruditos y los veraces.
A medida que cada uno salta fuera del autobús, el otro corre por
un costado y se sube a uno de los tejados de los vehículos, intentando pasar
desapercibidos para los conductores. Yo salto al último, y corro a toda
velocidad hacia la parte trasera de un
auto. Con sigilo, me subo al techo y me mantengo de rodillas, mientras me
sostengo por los costados.
Los autos avanzan y nosotros volvemos a disfrutar
de su suave movimiento.
Luego de varios minutos, toda esta aventura
acaba de la misma forma de siempre: los autos se detienen en cierto punto y los conductores, ya sean eructitos o despiadados, salen a llamarnos la atención. Antes de que
cualquier discurso sobre la moral y el respeto salgan de sus bocas, mi grupo y
yo nos escabullimos a nuestra manera,
de la manera en que los miembros de otras facciones jamás podrían alcanzarnos.
Por supuesto, cuando nos damos el encuentro en
una calle alejada de la avenida, reímos sin parar de nuestras ocurrencias.
Es maravilloso ser osado.
Han pasado casi tres años desde nuestra Iniciación.
Mi vida y la de mis amigos cambiaron radicalmente desde entonces.
La vida en Osadía se volvió fácil cuando nos
adaptamos a su sistema. A medida que pasaron los años, nos parecíamos más a los
osados, y nos descamuflábamos de nuestras anteriores costumbres.
Somos miembros íntegros en la comunidad de
Osadía: nos divertimos, usamos sus
jergas y participamos en los eventos importantes que consisten
básicamente en presenciar la Prueba Final de los nuevos iniciados, apoyarlos y
apostar por ellos. Participamos fielmente a las actividades organizadas por
otros miembros, como escalar edificios o
la tirolesa.
No hay muchos nuevos acontecimientos en estos
últimos años.
Ha habido muchos velorios durante este tiempo,
pero, tal como nos había advertido Toris hace tanto tiempo atrás, la muerte en
Osadía es demasiado común. Los accidentes y los suicidios han ocurrido
demasiadas veces, pero solo ha sido cuestión de acostumbrarse. El primer y
único velorio al que asistimos fue el de Amar, nuestro instructor en la Iniciación.
No habíamos llegado a una relación cercana con él, pero es chocante el hecho de
que alguien a quien conoces fallece de forma tan repentina, sin ninguna
explicación.
Por otro lado, Erudición mantiene su misma postura
aberrante y desgastante. Eso se demuestra mucho en lo férreo que está volviéndose
su odio hacia Abnegación, en cómo los acusa de actos tan impropios a la vida condescendiente.
Ahora mismo, su nuevo enfoque se encuentra en
las constantes transferencias de los abnegados hacia otras facciones. Eso me
hace reír: Erudición critica un problema que su propia facción tuvo hace varios
años y aprovecha que la memoria de muchos es corta para continuar con sus
especulaciones. Mis amigos y yo, sin embargo, no lo hemos olvidado.
Lo más interesante de todo esto fue que tuvimos
nuestro primer abnegado transferido hace dos años, un acontecimiento que no
había pasado hacía décadas. Lo recuerdo muy bien porque Killer y yo apostamos:
yo en su contra; mi amigo, a su favor.
Para nuestra sorpresa, Cuatro —como se hacía llamar el estirado— llegó en primer
lugar. Perdí una cantidad considerable de puntos por su culpa. Me imagino que
Cuatro debe haberse pasado toda su vida saltando y corriendo mientras lavaba
los platos y cocinaba.
Hablando ya de nosotros, los piercing y los tatuajes se han vuelto
parte de nuestro cuerpo: Toris se ha colocado tres nuevos piercing de forma redonda en su ceja izquierda, mientras que Killer
tiene uno nuevo, redondo y plateado, en su labio inferior. En cuanto al asunto
de los tatuajes, mis amigos han decorados sus cuerpos con diversas
simbologías que personalizan sus miedos o sus antiguas pasiones.
Mi cuerpo no ha tenido muchas modificaciones.
No me he hecho ningún piercing, pero
accedí hacerme unos cuantos tatuajes. Mi brazo derecho está decorado con un
espiral formado por el agua y el fuego, dos elementos que son parte de mis
miedos. Hace poco me tatué, entre mis omóplatos, el ojo de Erudición,
representando mi pasado y la vida que dejé atrás. En mi pecho, en la
intersección de mis senos, están tatuadas las llamas de Osadía, simbolizando mi presente y la vida que está
por venir.
Por el momento, Becca es la única que sabe la
existencia de estos dos tatuajes. De
saberlo mis amigos hombres, ellos me estarían mandando indirectas acerca de un
tercer ojo que está cuidándome las espaldas y de la forma tan excitante que mis senos acunan el
símbolo osado.
Vivir con mis mejores amigos —como lo hacen la
mayoría de osados antes de casarse— es bellamente estresante. Hemos convivido
con nuestros propios desórdenes durante bastante tiempo que ya es costumbre
para mí encontrar los calcetines de Blas debajo del sofá o los platos sucios de
Killer encima de su pila de libros.
El ámbito sentimental es el más odioso de recapitular.
Me gustaría poder decir que mi vida amorosa es
como la de Becca: correspondido, sincero y lleno de besos apasionados alrededor
de toda nuestra pieza, hecho que a Killer
le revienta la paciencia. No falta mucho —opino yo— para que Blas y
Becca decidan irse a vivir por su cuenta, por no decir que sospecho que ya está
todo listo para eso. La verdad es que voy a extrañar a Becca en sus dos
presentaciones: como mi mejor amiga y como mi despertador andante.
Por lo menos, mi vida sentimental no está como
la de Killer. Él es consciente de que es atractivo, en cierto modo, pero es
demasiado renuente a llevar una vida pasional. Muchas chicas han estado detrás
de él, no para relaciones formales precisamente, pero… es como si Killer no
tuviese hormonas. Toris ha estado
fastidiándolo con eso y mi natural ojo crítico parece haber encontrado el
problema: Killer jamás se ha sentido
atraído por alguien en su vida.
Toris y yo no tenemos ese equilibrio que el
resto de nosotros tiene.
Parejas ocasionales. De eso se trata.
Ambos nos hemos envuelto con diferentes
parejas durante todo este tiempo. Es más sencillo de lo que parece: encuentras
a alguien que te gusta, le gustas a ese alguien, llegas al flirteo y al
besuqueo momentáneo, y… bueno, todos necesitamos momentos de placer en nuestra
vida.
Toris triplica el número de parejas
ocasionales que yo he tenido. Muchas chicas han terminado encaprichándose con
él y, aunque Toris deja en claro que su interés no dura más de una noche, sus
ligues a veces se vuelven tediosos. Le he dicho muchas veces de que no abuse de
su suerte con las mujeres, pero no hay forma de hacerle entrar en razón.
Yo no he tenido muchos problemas con mis
parejas, aunque algunos han intentado pasarse de la raya. No es nada grave:
para eso tengo a Toris. Cualquier intento de acosamiento es solucionado con un
recordatorio nada amistoso por parte de Toris y el resto de mis amigos.
De verdad, estoy
tratando de buscar algo mejor que noches orgásmicas. Si tengo que ser miembro
de Verdad por unos cuantos segundos, ninguno de estos torpes y decepcionantes
tipos con los que me he ligado me ha
hecho sentir lo que alguna vez sentí allá por mis años en Erudición.
Espero no estar en busca de alguna especie de
milagro que sé que nunca va a suceder.
Chemical Warfare
Dead Kennedys
Y aquí vamos de nuevo.
Una nueva iniciación comienza con nuevos
miembros que desearía que no fueran dedicados a la fuerza bruta como los
últimos iniciados que han entrado a nuestra facción. Y, por supuesto, un nuevo
Día de Visita en el que no recibo ningún saludo por parte de mi familia
erudita.
Vaya sorpresa.
En el día de la Prueba Final, no hemos hecho
apuestas por los iniciados —con “nuestros nuevos juguetes”, como diría Blas.
Hemos dado gritos de apoyo al azar, solo para animar ligeramente a los posibles
nuevos miembros de nuestra ya enloquecida facción. La mayor sorpresa en esta
nueva selección se la lleva una chica menuda, delgadita y ex – estirada que aún
anda en carrera, a pesar de que su anatomía no le favorece. Por lo menos el
otro estirado tenía cuerpo.
Pero quién sabe. Con mi experiencia con el
anterior estirado, decido no apostar. Dudo muchísimo —tanto o más que el cielo
entero por el que supongo me pusieron mi
primer nombre— que esta chica logre obtener un puesto alto como Cuatro, pero
prefiero no arriesgarme. Últimamente, las cosas
están careciendo de lógica: la imposición de un nuevo sistema de
Iniciación, las acusaciones hacia Abnegación, tener como líder a alguien menor
que yo , poco apto para el cargo... pues sí,
la lógica se ha tomado unas buenas vacaciones.
—Hombres y mujeres —mis ensoñaciones son interrumpidas por Toris—.
Creo que será conveniente que nos movamos. Esto va a terminar patas arriba.
Han pasado poco más de una de las dos horas anteriores
a los resultados, y lo sé porque el comedor se está atestando de gritos, y
risotadas. En algunos instantes más, los resultados saldrán a la luz y el
ambiente se volverá mucho más cargado.
—¿No vamos a apostar por uno siquiera?
—pregunta Killer.
—¿Apostar por algunos de estos rómpelo-todo? —cuestiona Toris, alzando
su voz— ¡Bah, hombre! Prefiero apostar por tu virginidad. ¡Tendría las de
ganar!
—¿Por qué mejor no apostamos por cuántas
chicas iniciadas te vas tirar este año? —Killer le pasa el brazo por el hombro
y le sacude el cabello con su mano libre—. El año pasado acerté ¡Tal vez
acierto este año!
Toris
se ríe con estruendo y juega a las luchitas con Killer.
—¿Qué estamos esperando? ¡Larguémonos! —grita
Blas.
Blas le toma de la mano a Becca y se pone de
pie. Dos segundos después, también lo hacemos Killer, Toris y yo, en esa
sincronía a la que ya nos hemos acostumbrado. Becca se pone a mi lado y, con su
mano restante, se apoya en el doblez de mi codo.
El bullicio es tremendo. Avanzamos entre el
gentío con mucho esfuerzo. Nos cuesta bastante salir de la muchedumbre pero
finalmente lo logramos.
Caminamos hacia el exterior.
—No he tenido suerte para encontrar nuevos libros en mis
últimas vigilancias —comenta Killer, ofuscado.
—¿Sólo has hallado las cenizas? —le pregunta
Toris con una risotada.
Killer ignora la reacción de Toris.
—Sin Facción debería tener una mejor manera para
distraerse, además de formar fogatas. Llorar su suerte, por ejemplo.
Puedo sentir la tensión de la mano de Becca en
mi codo.
—Qué lástima que nosotros no estemos llorando
con ellos —replica ella, con ácido en la voz.
Killer entorna los ojos. Acaba de recordar.
—Lo siento Becca —se disculpa—. No pretendía
sonar insensible.
—Es por ti que la sensibilidad está
representada en un bloque de cemento —le dice Blas.
—Ya oyeron a Femo —anuncia Toris—.Ya saben quién no está en Erudición.
Yo me rio y los demás me siguen la corriente.
A los pocos segundos, Becca está sonriendo. Sabe que las disculpas de Killer son honestas.
No tarda mucho en escucharse la algarabía que
invade el comedor, aun cuando nosotros estamos ya lejos de allí. No me he
perdido la emoción de las dos anteriores iniciaciones, pero, por alguna razón,
quiero perderme esta. Prefiero alejarme de Osadía por unos momentos y salir con
mis amigos a donde nos guíe el azar.
Sin importar cuánta gente haya conocido en mi
facción, siempre los voy a preferir a ellos.
Ya nos hemos alejado del Complejo de Osadía y
caminamos hacia el sur. En nuestro camino, nos topamos con un alto edificio
abandonado. Yo miro la altitud del edificio y noto que mis amigos también están
viéndolo con esa misma mirada de curiosidad.
Ni siquiera tenemos que preguntarnos entre
nosotros. Pongo mi pie en una de las hendiduras y el resto me sigue.
Estamos escalando.
Nos desplazamos con ayuda de las salientes y
las ventanas huecas que posee la estructura. Nadie se detiene ni deja escapar
un suspiro de cansancio.
Ya hemos pasado ochos pisos de altura y no nos
detenemos. Durante el resto del camino, algunos de nosotros se tropiezan con algo, pero somos lo
suficientemente ágiles para sostenernos. Ninguno le tiene miedo a las alturas
y, más que asustarnos, tenemos las fervientes ganas de llegar más alto, mucho
más alto.
Estamos hechos para hacer esto.
Al final, en el décimo sexto piso, nos espera un grueso bloque de cemento que nos permite
sentarnos al filo de la enorme distancia que nos separa del suelo. Desde aquí,
con mi vista hacia el norte, se ve una delgada línea gris, cerca del horizonte.
La Alambrada.
Me quedo de pie, al borde del edificio,
dejando que el aire golpee mi cuerpo. Pronto, mis amigos llegan y también se
quedan de pie, a mi lado, mirando hacia la distancia.
Luego de un largo rato, oigo a Killer suspirar
a mi izquierda.
—No hay un solo día —dice, con aire de pena —en
que no espere que algo o alguien venga de afuera.
—¿De verdad habrá algo allá fuera? —pregunto, dubitativa.
—Seguramente solo hay colinas, montañas,
caminos interminables… y más colinas y más montañas. Nada interesante —comenta
Blas.
—Quién sabe —comenta Toris con aire
despreocupado, mientras se sienta—. Capaz sí haya dragones, hipogrifos y demás.
Sonrío. Me siento, con los pies colgando por
un rato y luego me echo sobre el filo y
mi cabeza termina en el regazo de Toris, quien ha estado a mi derecha durante todo
este tiempo. Comienzo a jugar con mi pelo a modo de distracción.
—¿Y si hay otras personas? ¿Seres humanos como
nosotros? —pregunta Becca, quien está a la derecha de Toris, al lado de Blas.
—Ya habrían venido a buscarnos —dice Blas, de
forma relajada. Con la periferia superior de mis ojos, puedo ver que le toma la
mano a Becca mientras que ambos se sientan. Al rato, ya están besándose.
Killer sigue mirando hacia el frente,
pensativo.
—O no nos quieren buscar —concluye, triste.
—¿Y qué importa eso? —dice Toris, mientras me
hace cosquillitas en el cabello—. Lo esencial es que estamos juntos. No necesitamos de nadie más, mucho menos de los mounstritos que deben estar correteando allí
afuera.
Killer sonríe un poco y se sienta, al igual
que nosotros. Yo me incorporo del regazo de Toris y vuelvo a vislumbrar la
lejanía.
Es una simple línea que se mezcla con el
ambiente, pero, en estos momentos, pareciese que fuese algo más.
Pareciese que estuviese desapareciendo.
Luego, me doy cuenta que solo es el sol,
bajando con lentitud y brillando por última vez antes de irse por completo,
dando paso a la noche.
Ya se ha hecho tarde, por lo que bajamos del
edificio con cierta rapidez, antes de que nos alcance la oscuridad.
La conversación casi melancólica de hace un
rato se ha esfumado. Entre Killer y Toris se las han arreglado para obligar a
Blas a bajar más rápido, de modo que cuando él llega a una altura de tan solo
dos pisos, los otros dos lo empujan con fuerza y Blas termina cayéndose
de trasero. Becca no puede hacer otra cosa más que reírse conmigo,
mientras que Blas se va a perseguir a los otros dos.
De camino a Osadía, nos enfrascamos en una
cómica carrera en la que Becca y yo nos hemos subido a las espaldas de Blas y
Toris, respectivamente, ambos echándose a correr, con nosotras a cuestas.
Killer se adelantó hacia la entrada para improvisar el papel de jurado. Toris y
yo llegamos primero, dejando un buen trecho de distancia entre los otros dos y
la emoción de nuestra insignificante victoria es tan desbordante que dejo que
Toris me cargue y me dé vueltas por unos instantes.
Seguimos riendo mientras nos adentramos al
complejo hasta el instante en que nos cruzamos con una pareja de osados, que
podrían pasar desapercibido si no fuera porque quien lidera la marcha nos
dirige una mirada con sumo interés.
—Saludos. —Eric nos dedica una sonrisa aparentemente amable, pero le sale demoníaca.
Siento como si mis amigos y yo hubiésemos
estado cargando globos y todos hayan sido pinchados al mismo tiempo. Eric nos
dedica a los cinco una mirada penetrante. Está acompañado por una chica de
cabello azul, quien sostiene una caja negra.
—Qué pertinente encontrarlos ahora —dice, como
si hablásemos con él todos los días—. Hemos estado realizando una repartición
muy importante y no queremos que ustedes se la pierdan.
Dicho esto, saca de la caja unas cinco
jeringas.
—¿Qué se supone que son esas? —cuestiona Killer.
—Inyecciones con localizadores —nos informa
Eric—. Un obsequio de Erudición.
Esa palabra activa todas las alarmas entre
nosotros.
—¿Cómo para qué, ah? —pregunta Blas con
inocencia. Está claro que está escondiendo el temor en su voz.
—Un localizador —explica Eric con un tono de
voz que reconozco de inmediato: el tono profesional de los eruditos— sirve para
detallar la ubicación exacta de una persona, con el objetivo de encontrarla. En
este caso, el localizador se encuentra en forma de transmisor que se
introducirá en sus torrentes sanguíneos y solo se activará en caso de que
alguno de ustedes no pueda ser localizado.
—¿No le parece que esta ciudad no está lo
suficientemente habitada como para que nos perdamos? —pregunto, sin pensar.
Sé de inmediato que acabo de cometer un error muy grande.
O tal vez no. Mi pregunta podría haberla
planteado un erudito, pero el tono que he empleado la amolda al lenguaje osado.
Eric me dedica una mirada muy prolongada.
Puedo sospechar que está debatiendo entre insultarme o dejarlo pasar.
Lo deja pasar.
—Es de uso obligatorio —dice.
—Bueno, bueno. Si es así, entonces no hay pero
que valga, ¿no? —dice Toris, lo más relajado posible— ¡Ah! Por cierto, ignore a
mi amiga. Está tratando de hacer la conversación más larga de lo normal porque
tiene miedo de que el líquido la haga vomitar, ¿verdad, mujer?
Estoy a punto de dedicarle una mirada asesina
a Toris, pero me contengo.
Voy a dejar que Eric piense que eso es verdad.
—Me doy cuenta —dice él—. Pero no se preocupen
por eso. Sé que se han registrado casos
recientes en los cuales los
sueros han producido efectos secundarios, pero les aseguro que Erudición ha
mejorado sus fórmulas.
Llevo escuchando ese cuento desde que Erudición dejó de ser Erudición.
—Muy bien —Eric ajusta la primera jeringa—. No
perdamos más tiempo.
De forma inesperada, Eric clava la aguja en mi
cuello.
No la vi venir, por lo que el dolor se
intensifica a medida que el líquido pasa por mi sistema. Me muerdo el labio,
intentando no lagrimear.
Sin decir nada más, Eric pasa con las otras
jeringas hacia mis amigos, pero se toma la molestia de pasar una toallita
antiséptica a cada uno, procedimiento
que no ha hecho conmigo. La última en
ser inyectada es Becca, cuya resistencia se evidencia en sus ojos.
No quiere nada de Erudición en su vida y mucho
menos en su sistema.
Igual que al resto de nosotros.
—Muchas gracias a todos ustedes —dice Eric, de
un modo para nada reverencial.
El lugar donde fui pinchada duele horrible. Cuando
Eric pasa por mi costado, camina con lentitud y habla con un susurro agrio
hacia mi oído:
—Será mejor que te aprendas tu papel de
subordinada lo más pronto posible.
Se va y la chica de la caja negra lo sigue
como un perrito. Yo me quedo allí, mirándolo, porque sé que lo que acaba de
decirme podría ser una muletilla de un erudito perfecto con mucha facilidad.
Estúpido erudito.
Por lo menos, yo ya me aprendí mi papel de
osada.
En casa, Blas se toma el trabajo de observar
mi herida. No es grave, afirma él, pero la forma tan violenta como se me
inyectó ha formado una herida que podría infectarse. Para evitarlo, Blas me ha
realizado una pequeña costura y una desinfección. Por el momento, ya no me
duele mucho.
—Deberíamos acusarlo por esto —dice Blas, muy
serio.
Todos estamos en nuestra sala, sentados en los
sillones. Blas ha terminado y está guardando sus implementos médicos.
—Fue culpa mía —digo, desganada —. Fue muy
estúpido de mi parte cuestionarlo de esa forma tan abrupta.
—No te culpamos —opina Killer—.Todos nosotros
también teníamos nuestras dudas.
Becca emite un pequeño bostezo. Parece que el
sueño de Becca es contagioso, ya que Blas comienza a achicar los ojos.
—Me voy a dormir —dice Becca, mientras otro
bostezo se apodera de su boca. Se estira con dramatismo a medida que se levanta
del sillón y le lanza a Blas una mirada llena de significado. Nos desea las
buenas noches y desaparece hacia el pasillo de las habitaciones. Blas hace
exactamente lo mismo luego de unos veinte segundos.
Tres minutos después, Killer también se va.
Solo quedamos Toris y yo.
—Un día
de estos —me dice él, de repente —, voy a jugarle una broma pesada e
inolvidable a ese maldito cara de oreja de Eric. Rociar su cama con pimienta o
reventar su computadora no estaría mal.
Me rio en voz baja.
—Te meterás en problemas —le recuerdo.
—Me aseguraré que no sepa que fui yo. —Me
guiña el ojo.
Sonrío con malicia.
—Si lo haces con éxito, te habrás ganado un
beso mío. En la boca —digo, manteniendo mi sonrisa.
—¿De
verdad?
Me pongo de pie y en dos pasos estoy frente a
él.
Le escruto una mirada con detenimiento…
…y le doy un rodillazo en las costillas.
—¡Por supuesto que no! No quiero terminar
babeada con los gérmenes de todas las chicas que han introducido sus
lenguas y quién sabe qué más dentro de tu bocaza.
Él se
ríe y aleja mi rodilla de su cuerpo.
—Bueno, yo tampoco quiero besar a todos tus
chicos al mismo tiempo.
Bufo.
—Realmente desearía que le hicieses una broma
a ese tarado.
—Dalo por hecho —me dice.
Doy un saltito y le doy un abrazo que él
corresponde.
Me siento feliz de tener a Toris como mejor
amigo. Es el hermano mayor que nunca tuve, el que me hace reír y, al mismo
tiempo, el que me protege. No me siento mal pensar que Toris es mucho
mejor hermano que Ella, porque es la
verdad.
Toris bosteza.
—A dormir —comenta.
Me separo de él y me sorprendo al darme cuenta
que yo también estoy bostezando.
Toris camina hacia el dormitorio que antes era
de Blas, pero que ahora es nuestro pequeño depósito y su dormitorio provisional
durante los fines de semana, los días en los que se queda con nosotros.
Mi amigo me mira antes de entrar.
—Adiós, mujer. Dulces sueños.
—Adiós, Toris. Dulces sueños para ti también.
Toris cierra la puerta.
Cuando llego a mi cuarto, no me tomo la
molestia de taparme. Me tiro a mi cama y me ovillo, mientras que mis ojos ceden al sueño.
Un sueño sin sueños.
Comentarios
Publicar un comentario