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Mostrando las entradas de septiembre, 2017

Nota de la autora

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⏪ CAPÍTULO ANTERIOR  Cuando comencé a escribir La Transferida , realmente pensaba en escribir un fanfic algo así como "Mi vida si viviera en Chicago Distópico" en el cual, en el momento en que inicié con él, tenía preferencia por la facción de Osadía en primer lugar y Erudición en segundo (La verdad es que actualmente creo que soy Divergente y no puedo ser controlada y de más). Algunos de mis amigos se introducirían en él, agregaría algunos elementos externos a la saga (como mis gustos por el rock y los libros) y ahí quedaría. Sin embargo, los personajes son las invenciones mentales más curiosas que podríamos idear. Mi supuesto "yo" evolucionó a un personaje independiente, con sus formas de pensar y forma de ser separados de como soy yo en realidad (de una forma graciosa, digamos que "digievolucionó") y le di un nombre propio (el nombre de mi personaje femenino ficticio favorito). Los otros personajes, para mi sorpresa, siguieron sus pasos y d

Epílogo

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⏪ CAPÍTULO ANTERIOR  El cartel me recibe como si hubiese adquirido vida propia. “N UNCA SUBESTIMES A UN OSADO- ERUDITO ”   Hay cuatro réplicas de este en todo el piso. Uno en cada cuarto. Lo observo y luego miro a su alrededor. Vislumbro mi nuevo cuarto y me da gracia que esté tan ordenado. Incluso, tiene un escritorio. Supongo que hay costumbres de las que uno no se puede librar. No puedo negarlo; me gusta este lugar. Cada uno de mis amigos tiene su propio cuarto, hasta Toris, que si bien no vive con nosotros, viene cada sábado a quedarse dormir. Bueno, decir que se queda a dormir es quedarse corto. Decir que se queda con nosotros con su secuelas de la resaca sería demasiado. Después de todo, cada  fin de semana es un logro. Blas ha obtenido el trabajo de enfermero que tanto quería. Se divierte mucho apoyando a los osados y sus lesiones, que no son pocas, por supuesto. Mientras tanto, Toris y yo hemos tenido la oportunidad de trabajar en la Sala de Control,

Capítulo 23

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⏪ CAPÍTULO ANTERIOR  Abro mis ojos con cierta pesadez. Lo primero que veo es la luz amarilla del foco. Es tan radiante que tengo que taparme los ojos para que no me los lastime. Al mover mis músculos, los siento adoloridos. Intento movilizar mi cuello y siento que  tengo  un nudo de soga tensa en vez de cuello. ¿Dónde estoy? Me cuesta sentarme. Cuando ya lo estoy logrando, una voz en el fondo de la habitación chilla de la emoción. — ¡Santo patrón de la paz! ¡Estás viva! Miro a la izquierda y veo a Blas con la boca abierta. — ¿Blas?—pregunto, confundida — ¿Qué pa...? — ¡Chicos! ¡Ya despertó!—sale corriendo hacia la puerta de salida. Veo que a mi lado hay varias camillas. Eso significa que estoy en la enfermería. Eso no es bueno. Vuelvo a mirar hacia la puerta y veo a Becca, Toris, Killer y  a Blas mirándome, sonrientes. — ¡Despertaste!—dice Becca con voz chillona. Me abraza con fuerza. De inmediato, los otros tres se unen al abrazo y me aplastan hasta

Capítulo 22

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⏪ CAPÍTULO ANTERIOR  Pero la Prueba de Aptitud no es lo único que no pienso olvidar. La Ceremonia de Elección es otra historia. Mi ida a la Ceremonia de Elección fue un huracán de emociones. Mis padres, sonrientes como ningún otro padre erudito, saludaban a nuestros vecinos y amigos con más amabilidad de la necesaria. Los eruditos que me conocían me miraban como si estuvieran cien por ciento seguros de que volvería a ver mi rostro de nuevo. —Tus hijas son y serán grandes eruditas—había dicho el mejor amigo de mi padre. Ella no decía nada.  Se encontraba al lado de mi madre y miraba a un punto vacío en la distancia. Cuando todo ya estaba a punto de comenzar, me despedí de mis padres, con el temor que ellos sospecharan de mis dudas. Me despedí de  Ella, y mi hermana solo me dedicó una mirada fría. Me puse en la cola. El orden, como todos los años, siempre era en orden alfabético, desde el apellido con Z hasta la A. Así que, al llamarme Celeste Goya, estuve entr

Capítulo 21

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⏪ CAPÍTULO ANTERIOR  Recuerdo el día de la Prueba de Aptitud.  La abnegada mujer que fue asignada para mi evaluación me recibió con un gesto educado cuando ingresé al cuarto. Su cabello rubio y sus pequeñas facciones me recordaban a una muñeca de juguete. Se supone que los eruditos ya estábamos siendo llenados de repulsión ante los abnegados, pero yo no sentía desdén ante Lara —así me dijo que se llamaba —y ella, al parecer, no sentía ese sentimiento negativo hacía mí. Cuando le preguntaba por los cables y por la máquina simuladora, ella respondía con educación. Cuando me dio el líquido para beber, me rehusé a tomarlo sin saber que habría después. Me dijo que no podría decirme nada. La confianza que desarrollé ante esa mujer fue el incentivo que permitió que yo bebiera, porque sabía que no me haría de beber  si realmente hacerlo me hiciese daño. Ella era abnegada, y yo confiaba en su crianza. También me acuerdo de los canastos, y por supuesto, del perro.

Capítulo 20

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Durante largo tiempo, los eruditos han estado desglosando todos los misterios que engloba nuestro mundo. Saben mucho sobre ciencias, sobre letras y sobre números. Son capaces de distinguir patrones de conducta con facilidad; pueden aprender de muchas experiencias como también de muchos  experimentos. Es probable que también tengan teorías con respecto a lo que hay fuera del muro que rodea nuestra ciudad, pero sé que aquellos que los hayan planteado se mantendrán callados: la labia de Erudición no es comparable con la de Verdad. Se han envuelto —y yo, en su momento, estuve también envuelta —en un mundo lleno de conocimientos, un universo en la que no existe nada que no se pueda conocer. Excepto una cosa. Erudición  y nuestra humanidad antecesora han sido incapaces de descubrir y revelar aquel misterio que nadie que esté vivo puede llegar a saber. Es un misterio que fatiga a los eruditos; a mí, en cambio, me aterra. Siento un peso entre mis dedos derechos. Lo toqueteo,